Columna


Plebiscito, Brexit y Trump

MAURICIO CABRERA GALVIS

07 de agosto de 2016 12:00 AM

¿Qué tienen en común el Plebiscito por la Paz, el voto Brexit y la candidatura de Trump? Primero, que son decisiones fundamentales para un país, que se definen por mayorías en una votación popular; y segundo, que las campañas están plagadas de mentiras y engaños.

La voz de la mayoría es la regla de oro de la democracia, con el grave riesgo de que la mayoría no tiene siempre la razón solo por serla. Hay ejemplos de las equivocaciones de las mayorías: prefirieron a Barrabás en lugar de Jesús, y eligieron a Hitler. Casos más recientes son el Brexit y la nominación de Trump como candidato republicano. Ambas veces un grupo de votantes se arrepintió después de elegir.

El riesgo es que las mayorías pueden ser manipuladas, apelando a instintos primarios y tribales, despertando miedos ancestrales. El nacionalismo y el chauvinismo, el racismo, la amenaza de los metecos o el peligro del terrorismo son algunos sentimientos exacerbados con facilidad en las masas, y con más rapidez en esta era en que argumentar fue reemplazado por el simplismo de los tweets.

Un mensaje en las redes lo ilustra: en una supuesta entrevista en 1998 a la revista People, Trump diría: “Si alguna vez decido ser candidato a la presidencia lo haría por el partido Republicano. Ellos son el más estúpido grupo de votantes en el país. Ellos creen cualquier cosa que les diga Fox News. Yo podría decir todas las mentiras y ellos se las creerían. Yo apuesto a que ganaría”. La entrevista parece falsa, pero el mundo tiembla ante la posibilidad de que se haga realidad.

El riesgo es peor ante una mentira repetida y aceptada por un grupo, no hay argumento que valga; ni con datos que contradigan la mentira se convence a quien ya la aceptó como verdad. Es un asunto de psicología de masas, no de ideología, estudiado desde hace décadas por académicos.

En una columna en el Washington Post, D. Ignatius analiza por qué los partidarios de Trump lo apoyan a pesar de la evidencia de que mintió. Ni siquiera sirven hechos y datos comprobados porque, dicen los psicólogos, la gente se aferra a sus creencias y descarta como falsos los hechos que las contradicen.

Peor aún, según estudios citados por el columnista, muchas veces les sale el tiro por la culata a quienes tratan de demostrar que un político carismático y admirado mintió: solo oír repetir la mentira, aunque sea para refutarla, convence más a los creyentes de que es verdad.

Si eso está pasando con los colombianos que creen contra toda evidencia que los acuerdos de La Habana son la entrega al castrochavismo, que acabarán la democracia, el capitalismo y la propiedad privada, hay que repensar con cuidado la estrategia de los partidarios del sí, para que en el Plebiscito no triunfe el no, y nos arrepintamos después como con el Brexit o con la nominación de Trump.

 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS