Columna


Plebiscito y sí

GLENDA VERGARA ESTARITA

18 de agosto de 2016 12:00 AM

Desde que la antigua Roma le permitió a la clase plebeya votar por las resoluciones de los tribunos, el plebiscitum o plebiscito existe con ese nombre en la historia de la política universal, con interrupciones en su vigencia, como durante la monarquía absolutista. Esa consulta hecha al pueblo por gobernantes de ayer y de hoy es una de las máximas garantías ciudadanas en un clima de libertades ideológicas. Su razón de ser es fortalecer la voluntad popular y, aunque tiranos y dictadores la han usado para legitimarse en el poder, no hay mejor aliado de los estados demoliberales que esta herramienta que los mantiene vivos y los complementa.

Por el pueblo, para el pueblo, con la participación del pueblo, debió ser la definición de democracia, de Abraham Lincoln. Y esa participación se cumple con un mecanismo constitucional como el plebiscito, cuyas opciones de Sí o No sobre un tema específico, obligan a acatar el resultado al gobernante autor de la consulta.

El presidente colombiano someterá a la decisión de los gobernados el futuro del proceso de paz con las Farc. El plebiscito es hijo de la democracia directa dentro de la democracia representativa. Su propósito en este caso no es servirle a intereses oscuros como vociferan los detractores de la solución negociada del conflicto con las Farc. Al contrario, la intención del gobierno es clara: no desea que el futuro de la paz provenga de una determinación decretada por él, sino que sea producto de una masiva respuesta popular; que el pueblo apruebe o desapruebe un asunto delicado que es de su incumbencia.

Nada más absurdo que tratar de inculcar en la gente el temor de que este plebiscito es para votar por las Farc. Es para votar por la suerte de un proceso de paz con este grupo armado. Votar Sí, no es votar por el izquierdismo beligerante; votar Sí, es inclinarse por que se acabe la guerra interna y que la insurgencia guerrillera se reincorpore al Estado, no para gobernarlo, ridículo pensarlo, sino para que deje las armas y se transforme en un grupo de ciudadanos que se exprese ideológicamente en el marco de la Constitución y la ley, respetando la institucionalidad.

Irlanda tuvo un largo proceso con resultados positivos y también debió acogerse a una justicia transicional. Así lo define Eamon Gilmore: “Tuvimos que ser pacientes durante su implementación, pero ahora tenemos un país pacífico y bastante más próspero que si no hubiese tenido lugar el proceso de paz. Un país donde la gente está más segura”. Ese es el fin de votar Sí en el plebiscito. Decirle adiós a una violencia de años para incursionar los senderos de un proceso que conduzca a un acuerdo de paz avalado por el pueblo. Nada sería más legítimo para ese proceso que unas mayorías le dieran el Sí.
 

 

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