Columna


Por estos Montes no hay

CRISTO GARCÍA TAPIA

09 de julio de 2015 12:00 AM

Desde los tiempos mágicos de Parsifal Chadid, oficiante de aquellos dominios, y cuando el mundo conocido era una esfera de colores por la que aquel árabe, alto y de nariz encorvada de guasalé, hacía aparecer el mundo al instante, no había vuelto por los senderos de calizas y pájaros exóticos de La Piche.

El caso es que, a una legua del que fuera el alminar de palma y cañabrava de Parsifal Chadid, empecé a percibir los olores de humo vegetal y animales de monte de las cocinas vecinas, el canto incesante de chicharras y oropéndolas; el aullido en coro de la variada fauna de micos que habitan los espesos ramajes de aquel paraje que, en los tiempos invisibles de matazones que asolaban el territorio prefirió, antes que someterse a la cadena de la ignominia paramilitar, encerrarse entre las ralas paredes de caña brava de sus viviendas y alimentarse de los olores y sabores de cosechas lejanas y del aire que entraba por las rendijas.

Cuando el frenesí del descuartizamiento mermó y los paramilitares dejaron de hostigar el territorio, la gente volvió a encontrarse con la piedra, la arena, el pancoger, las aves y animales de monte que, desde el principio del mundo, les pertenecen y sienten pegados a ellos como el pellejo al cuerpo.

Y ahí están.

Y ahí se quedaran. En La Piche, con su piedra primigenia, sus micos, oropéndolas, aguacates y saltos de agua; con el olor ancestral de sus cocinas y su vida pacífica y fraterna de todos los tiempos, generaciones y estaciones.
Ojalá y para siempre, sin la zozobra y el abatimiento de los cuchillos y la sangre de otros días; sin el presentimiento de estar viviendo la última noche de sus vidas, humildes y sin esperanza, como las de sus vecinos de Pichilín, Chengue y El Salado.

Ojalá.

Vine por estos parajes, después de tantos años, porque los periódicos y los radios y el senador Uribe y las televisiones, andan pregonando que  han visto guerrilleros en los Montes de María; incluso, hasta dicen la cantidad de tales que han visto, hacia qué lugares del territorio se encaminaban y muchas cosas más.

Y como yo escribo en los periódicos y sigo con atención la Mesa de La Habana y lo que en ella pueda acordarse para poner fin a la matadera de cincuenta años entre el Estado y las guerrillas de la FARC-EP, quise ver con mis propios ojos y oír con mis propios oídos, subiendo y bajando estos cerros y lomas de los Montes de María, si aquellos decires y pregones tenían algo de verdad y si la guerrilla andaba en esos trotes perturbadores de la paz.

Y no. No encontré nada parecido a lo dicho por otros y uno de aquellos.
Hace añales, me decían sus habitantes, “por estos Montes de María no hay guerrilla”…

Continuará…

@CristoGarcíaTap

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