Columna


Procesos estancados

RUDOLF HOMMES

24 de febrero de 2013 12:00 AM

RUDOLF HOMMES

24 de febrero de 2013 12:00 AM

En los titulares de los periódicos del fin de semana hubo noticias perturbadoras sobre el empantanamiento de la paz y estancamiento de la industria. El sector industrial pide a gritos una transformación y Colombia se juega su futuro negociando la paz. Este proceso pasa por un momento crítico. La incertidumbre hizo que algunos sectores políticos y miembros del alto gobierno, notablemente, traten de ser ajenos al desenlace de las negociaciones de La Habana ante el riesgo evidente de que fracasen. Algunos fueron más lejos y le piden al gobierno retirarse de la  mesa. Ojalá tome decididamente el curso opuesto.
Sin haber concluido la negociación entre gobierno y FARC sobre tierras, problema que tiene a muchos propietarios al borde de un ataque de nervios, ellos y sus gremios quieren que el proceso se descarrile y no avancen las propuestas de distribución de tierras y las reformas en el sector agropecuario. Perciben que un acuerdo sobre estos aspectos reduciría el escepticismo y la ansiedad de la gente, y aumentaría la probabilidad de éxito más que proporcionalmente. No extraña entonces que ahora se divulguen tantas objeciones por estar muy cercanos de saber qué rumbo toma el intento de encontrarle salida negociada al conflicto.
El Gobierno, en lugar de dar la impresión de no estar seguro qué camino debe coger, debería reafirmar que ya decidió, y que se debe crear un consenso nacional sobre resolver el problema de tierras porque la situación de desigualdad y atraso en el campo colombiano no corresponde a las aspiraciones del país de salir del subdesarrollo ni concuerda con un sentido elemental de justicia.
Una solución del conflicto en el corto o mediano plazo también tiene un gran valor económico. El embajador de Estados Unidos habla de esto en la entrevista con Yamid Amat, diciendo que de llegarse un acuerdo entre el gobierno y la guerrilla en La Habana, el país, que está en uno de sus mejores momentos, puede despegar definitivamente. Efectivamente, si se alcanza la paz, la economía podría crecer fácilmente uno o dos puntos porcentuales anuales adicionales.
Dependiendo de la tasa de descuento que se aplique, el valor presente de este crecimiento adicional a perpetuidad puede acercarse al valor actual del PIB del país.
Este es el costo de oportunidad de la guerra y debería ser una razón poderosa para que los que se oponen a la paz negociada cambiaran de opinión o por lo menos se sosegaran.
Adicionalmente es urgente e indispensable que no ocupemos del estancamiento de la industria, la otra noticia que nos preocupó durante el fin de semana. Es evidente que por más que crezcan los  sectores minero y agropecuario, y cada vez se emplee más gente en el sector servicios, le economía no va a progresar adecuadamente  si la industria no coge impulso y da un gran salto adelante. También es evidente que con la actual política industrial esto no va a suceder. Los sectores que aparecían entre los más dinámicos y más promisorios en el balance del sector industrial de 2011 elaborado por el DNP en diciembre de ese año, que son los de mayor contenido técnico, son los que menos crecieron en 2012, mientras que  los tradicionales (confecciones, bebidas, hierro y acero, lácteos) fueron los de mayor crecimiento. Algo estamos haciendo mal.

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