Columna


Propuesta del BID

RUDOLF HOMMES

21 de febrero de 2016 12:00 AM

La propuesta del BID para alcanzar un ingreso de USD$30,000 en el 2030 es un desafío que debemos aceptar y que requiere un cambio político radical. Implica abandonar el clientelismo y pasar del estado ineficaz, corrupto y explotador, a un estado productivo garante de un bienestar adecuado y de la preservación de la libertad. Más que un problema económico, se debe resolver uno político estructural. No quiere decir que no se requieran políticas y medidas económicas radicales, como elevar el ingreso del sector público en 6 puntos del PIB en los próximos años para financiar un ambicioso programa de inversión pública en infraestructura, desarrollo institucional y en capital humano.

Esto implicaría ir mucho más allá de la propuesta de la Comisión de Expertos, y seguir sus recomendaciones al preparar la reforma que se llevará al Congreso en julio. La economía no puede esperar más. El gobierno pospuso presentarla para darle espacio a la paz, pero esta sigue afectada por el carameleo de la guerrilla y la ausencia de diligencia, no se sabe si del magistrado ponente en la Corte Constitucional o del gobierno, que no entregó la documentación completa a tiempo.

Hay varios estudios sobre el desarrollo de Suecia y luego de Finlandia en el siglo pasado. También está disponible la experiencia exitosa de Singapur, que pasó de ser una isla tropical maquiladora cuando fue expulsada por Malasia, a convertirse en un mini país de muy altos ingresos y sofisticada oferta de servicios y de bienes (por ejemplo Magnus Blomstrm, Ari Kokko, and Fredrik Sjholm, “Growth and Innovation Policies for a Knowledge Economy: Experiences from Finland, Sweden, and Singapore”, Working Paper 156 October 2002.) En los tres casos había gobiernos estables (fuerte en el caso de Singapur) y un consenso sobre las políticas.

El desarrollo acelerado se basó en buenas prácticas de gobierno, educación pública avanzada, clase empresarial comprometida, investigación autóctona e integración a la economía mundial. Ninguno de estos países se dejaron intimidar por llegar tarde y los tres encontraron atajos para alcanzar a los que iban más adelante.

Los países escandinavos establecieron una estrecha colaboración entre el sector público, el sector privado y la comunidad académica y compromiso de parte de los tres para responder ágilmente a los cambios del mercado internacional. Singapur atrajo inversión extranjera y les ofreció estímulos a las empresas para que generaran riqueza y conocimiento local. Cada país se desarrolló integrándose al mundo con su propia concepción del desarrollo.  

Los tres le dieron prioridad a desarrollar su industria en la frontera del conocimiento técnico y continuaron moviéndose al ritmo de los más avanzados. Esa idea de pasar a la frontera e ir cambiando a medida que cambia el mundo es algo que en Colombia “no pegó”. Es necesario que pegue.    

Rudolf Hommes

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