Columna


¡Qué alegría, resucitó!

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

12 de abril de 2015 12:00 AM

“¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”*.

Por 50 días celebramos el Tiempo Pascual, reforzamos nuestra fe, tomamos conciencia de que seguimos a Jesucristo vivo y presente entre nosotros, que renueva y vivifica lo que toca, nuestra mente, corazón, familia y sociedad.

Celebremos con júbilo este tiempo tan maravilloso, Él nos llama a cargar nuestra cruz y seguirlo para recuperar la vitalidad, la energía, el entusiasmo, que solo da el Amor, la entrega, el seguimiento a su Palabra, la obediencia a sus mandamientos, la comunión con Él.

El pecado y la muerte salen derrotados con la cruz de Cristo, aunque aún en este mundo los experimentemos ambos, unidos a Jesucristo salimos victoriosos, nos purificamos y vivimos eternamente. Sólo se requiere humildad para aceptarlo en la vida, para sabernos que sin Él no tenemos nada, que con Él lo podemos todo.

La muerte entró por la desobediencia, soberbia, pérdida de la comunión con Dios, y la vida llegó por la obediencia, por la humilde aceptación de la voluntad de Dios.

Si cambiamos la violencia por la paz, la indiferencia por el verdadero deseo de hacer el bien a los demás, si cambiamos la mentira por la verdad, si somos fieles a nuestros compromisos, si vivimos de acuerdo a las leyes del Amor de Dios impresas en el corazón, experimentamos a Cristo resucitado en nosotros; porque Él cambia el mal en bien, la tristeza en alegría, el pecado en gracia, la muerte en vida.

Las lecturas de hoy* nos refuerzan la necesidad de creer en Jesús como Mesías obedeciendo a sus mandamientos, generando, como fruto de la fe y del amor de Dios, una comunidad desapegada a los bienes, con capacidad de compartir con los demás, propiciando el bien común. No porque se forzara mediante un régimen político, sino porque se amaban de corazón y se interesaban los unos por los otros. “La multitud de los que habían creído tenía un solo corazón y una sola alma; todo lo poseían en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía”. Ese es el espíritu en que viven muchas comunidades religiosas, de las cuales tenemos mucho que aprender.

Decía el Papa Francisco en su mensaje Pascual: “Por la gracia de Cristo muerto y resucitado”, los cristianos ‘son el brote de otra humanidad’, en la cual buscamos vivir al servicio, los unos de los otros”.

Hoy, Jesucristo abre de manera especial las compuertas de su Divina Misericordia, con su agua y su sangre (los sacramentos) purifica a las almas que pidan esa misericordia, para que podamos unirnos al pueblo de Dios que vive de manera íntegra y solidaria en el mundo y resucita con Él en la vida eterna.

*Hch 4, 32-35; Sal 117; Jn5, 1-6; Jn 20, 19-31
*Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial.

judithdepaniza@yahoo.com

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