En estos días, cuando aparece Sirio apenas a la misma hora que el sol, aturden y maltratan los calores. Tal vez por ser Sirio una estrella del Can mayor, decimos que hay un calor pa perros.
Pero ahora se ve recrudecido por escasez o excesos de lluvias. Entonces ya no son los perros los responsables, sino El Niño, o La Niña. Fenómenos que con esos nombres producen cambios de temperatura en aguas del océano Pacífico, lo que se traduce en intensos calores para nosotros.
Nuestras peculiares estaciones fueron descritas por otro sirio, agricultor de esperanzas, que vino de Damasco. Decía que durante seis meses “llove”, mientras los otros 6 meses “no llove, no llove”.
Desde los simpáticos pronósticos de cabañuelas y el almanaque Bristol la meteorología ha tenido toda la atención. Es apenas sensato acomodar las actividades a las condiciones que nos impone el medio ambiente.
En el ‘primer mundo’ se le rinde tributo ilimitado a la meteorología. Existen programas, estaciones y canales dedicados exclusivamente. El Weather Channel es de obligatoria consulta para planear trabajo y diversión. Técnicos, radares, satélites y aviones hacen posible un diagnóstico científico sobre el clima y su comportamiento.
En Europa y USA un fuerte aguacero no causa impacto negativo. Gabardinas y paraguas ayudan en la rutina. En la metrópolis chibcha están acostumbrados a chubascos hostiles. En el Caribe nos asustan hasta chaparrones y serenos, porque cualquier aguacero hace destrozos. Se paraliza el tránsito por el sistema de alcantarillado y las primitivas vías, que nos ha impuesto el centralismo, se hacen navegables.
Para asuntos del deporte el fútbol no se altera con la lluvia. El fútbol americano lo han jugado con seis pulgadas de nieve y hielo sobre el piso. Solamente el béisbol se aplaza porque a la naturaleza le dio la gana.
En la infancia un aguacero era pretexto para no ir a la escuela. Era un gran placer correr patios y callejones para disfrutar los chorros que se formaban en los tejados de robustos caserones.
En nuestras infantiles cuitas no figuraban las tragedias que ocasionaba la madre naturaleza. Nuestros mayores posiblemente nos ocultaban desgracias para que no sufriésemos, o quizás porque no había tanta miseria como hoy.
Hay algunos que escuchan datos sobre el clima cuando está alterado, para deleitarse con perversión, cómodos en su casa, mientras otros padecen.
Tampoco faltan quienes se ubican cerca de los charcos para observar como algunos son “bañados” por los vehículos. Otros deleitamos la vista con el manejo garboso que las mujeres le dan al paraguas y a los tacones.
Los aparatos acondicionadores de aire no pueden cumplir con su cometido. Los abanicos no echan aire, apenas un vaho caliente. El agua y el mágico hielo poco remedian la tortura. Tal vez una cerveza fría…
En el ‘primer mundo’ se le rinde tributo ilimitado a la meteorología. Existen programas, estaciones y canales dedicados exclusivamente.
Cartagena necesita líderes apasionados por el servicio público, que busquen remuneración a través del buen nombre (...)
Nuestros mayores posiblemente nos ocultaban desgracias para que no sufriésemos, o quizás porque no había tanta miseria como hoy.
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