Columna


¿Qué cambiar?

RUDOLF HOMMES

04 de junio de 2017 12:00 AM

Después de asistir a una presentación de expertos en desarrollo de Singapur sobre el potencial de los sectores petroquímico y oleoquímico en Colombia me quedó la inquietud de que para poder aplicar algunas de las experiencias de ese país es necesario cambiar las instituciones públicas encargadas del desarrollo económico y los ministerios sectoriales y sería necesario crear nuevas instituciones con la responsabilidad específica de promover desarrollo industrial y productivo.

También sería necesario cambiar la cultura y hasta el marco mental y conceptual de los funcionarios públicos y privados. A diferencia de Colombia, en Singapur son socios y no adversarios el sector público y el sector privado, y su esfuerzo conjunto ha dado resultados extraordinarios. El desarrollo industrial y productivo de

Singapur ha estado basado en el trabajo de diversas agencias del gobierno que han tenido la función de atraer y mantener en el país a empresas multinacionales competitivas que una vez establecidas no solo producen lo que acordaron producir con los funcionarios que las reclutaron, sino que invierten con el apoyo de otras agencias públicas especializadas en investigación y desarrollo, innovan y se mantienen actualizadas, sintonizadas con los cambios de la tecnología y el mercado. La mayoría de ellas son exportadoras.

Los funcionarios que interactúan con ellas toman decisiones y asignan recursos que las favorecen, invierten en asociación con ellas en el desarrollo de nuevos productos y tecnologías más avanzadas. Para poder hacer eso bien tienen que sujetarse a procedimientos muy estrictos, pero a la vez deben tener alguna discrecionalidad, lo que en otro país los haría muy susceptibles a corrupción.

Para que esto no se le convirtiera en un serio obstáculo para el progreso Singapur emprendió una de las pocas historias de éxito en la lucha mundial contra la corrupción, basada en ser implacable contra los corruptos. Es una de las razones por la cual su modelo de promover desarrollo ha dado tan buen resultado, pero también es una razón por la cual es difícil reaplicar su experiencia. A pesar de ello valdría la pena intentarlo porque permitiría aspirar a un desarrollo acelerado. 

Un esquema de desarrollo industrial y productivo que aproveche la experiencia de Singapur requeriría convencer a la tecnocracia y a nuestros más destacados economistas de que parte del éxito ha sido no abstenerse de seleccionar ganadores. El asombroso desempeño de ese país ha sido resultado de seleccionarlos bien. El gobierno es un agente de desarrollo y colabora estrechamente con las empresas que atrae para que produzcan en el país en sectores que una junta de expertos selecciona. Minimizan el riesgo de equivocarse dejándole a la empresa privada la responsabilidad de invertir y asumir el riesgo pero ayudándola a establecerse en condiciones que negocian con ella. Esa es la manera de hacer las cosas ‘malas’ en Singapur, pero bien hechas.

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