Columna


Qué envidia

RUDOLF HOMMES

21 de agosto de 2016 12:00 AM

Es evidente que habiendo adoptado políticas que aquí no cesan de ser criticadas y perseverando en su aplicación le va mejor a Perú que a Colombia. Dice Rodrigo Botero en un artículo la semana pasada en El Colombiano que “Perú ha aplicado una política económica ortodoxa…, y un agresivo desmantelamiento del proteccionismo arancelario”. Añade que es notable la “continuidad que han demostrado los dirigentes peruanos con el compromiso de insertar al país en la economía mundial y que tiene una economía más próspera, más diversificada, más abierta al comercio internacional, con más y mejor empleo” y “un nivel de bienestar social creciente”.

Hay que añadirle los logros en política social como la reducción de la pobreza de 58,7 % de la población en el 2004, a 21,5% en el 2016, o la de la desnutrición infantil crónica de 28,5 por ciento en 2007 a 14,6 por ciento en 2014. En contraste, Colombia redujo su desnutrición de 16 por ciento en 2005 a 13,2 por ciento en 2010. 

Los logros recientes del Perú no solo se deben a su política macroeconómica y a su compromiso con la apertura. También progresó mucho en su organización del estado y en cómo aplica y le hace seguimiento a sus políticas públicas. Como invitado a un seminario de la Fundación Éxito para el intercambio de experiencias exitosas para fomentar la nutrición en distintos países, en Bogotá la semana pasada, oí a la coordinadora del seguimiento concertado de los programas para combatir la desnutrición y la anemia en ese país. Allá parece funcionar mejor que aquí la coordinación entre las distintas agencias responsables de programas como los de nutrición y el bienestar de la infancia.

Han organizado una Mesa de Coordinación de la Lucha contra la Pobreza en la que se hubo acuerdos de gobernabilidad entre el ministerio de Desarrollo e Inclusión Social, los demás ministerios y agencias participantes, con entidades del sector privado y la sociedad civil. En estos acuerdos se fijan metas periódicas.

Se incrementó la credibilidad, la confianza en el gobierno y su legitimidad porque los logros son demostrables. Esto ha sido fruto de la labor de ‘seguimiento concertado’ en la que participan la sociedad civil y el gobierno cuyo objetivo principal es dar fe de la validez de los resultados y construir confianza. Los que participan en este seguimiento concertado manejan una misma información y son del mismo nivel jerárquico. Esta horizontalidad en la relación es considerada positiva para el éxito de la gestión de seguimiento así como la regla que adoptaron de decidir por consenso. En los programas sociales se dio prioridad a las intervenciones que demuestran ser efectivas, con énfasis en la equidad.

A esta organización se le atribuye parte del éxito reciente de las políticas sociales en Perú.

Añade que es notable la “continuidad que han demostrado los dirigentes peruanos con el compromiso de insertar al país en la economía mundial (...)
También progresó mucho en su organización del estado y en cómo aplica y le hace seguimiento a sus políticas públicas.

Rudolf Hommes

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