Columna


¿Qué es retiro espiritual?

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

11 de enero de 2015 12:00 AM

Recientemente el presidente Santos culminó en la ciudad de Cartagena un “retiro espiritual” de tres días con el equipo negociador de La Habana y sus asesores internacionales. Este “retiro” concentró la atención del grupo en la salida dialogada al conflicto y en los pasos que siguen: desarme, desmovilización, reintegración y verificación de las victorias tempranas que han de superar su condición de “mangos bajitos”.  

Para la Iglesia un retiro espiritual tiene un triple propósito: profundizar en el espíritu de oración; mejorar nuestra respuesta a la llamada personal de Dios y concretar nuestros propósitos de vida cristiana poniéndolos por escrito en nuestro “cuaderno de los sueños”. El Concilio Vaticano ll, en el Decreto Apostolicam Actuositatem nro. 32, nos enseña: “La Iglesia considera que los retiros espirituales son un camino eficaz muy recomendable para el progreso espiritual de todos los fieles cristianos”. Un retiro se estructura en unas charlas sencillas y profundas, en meditaciones de silencio activo y en conversatorios de pequeños grupos para el crecimiento comunitario.

¿Cuáles serían los alcances reales de un retiro espiritual de los hombres y mujeres que tienen el deber de construir, hacer y mantener la paz?

Lo primero es saber que Colombia es un país escabroso por sus problemáticas. Es mucho lo que hay que allanar, rellenar, nivelar, rebajar y enderezar. Esta tarea nos demanda ir al desierto, el cual, más que un espacio geográfico es una experiencia fuerte de Dios. El desierto es lugar de silencio, de reflexión y de amistad con Dios. En el desierto la Palabra de Dios llega a donde no hay palabras y las palabras cargadas de fino silencio sacuden corazones y abren la terca y tozuda entendedera. La propiedad del fino silencio es romper el corazón de piedra de la arrogancia. Qué bueno conocer y reconocer, gracias al desierto, que la verdadera paz siempre está en Dios.

Lo segundo es tener claras las metas y sus plazos: una Colombia justa y solidaria para todos. Ello nos exige convertir el corazón ensanchándolo; cambiar de rumbo; renovar la fe; dilatar la esperanza; y hacer un cambio profundo en nuestra vida. 

Lo tercero es preparar un camino acertado al igualar las relaciones humanas pasando de la desigualdad a la igualdad y de la injusticia a la justicia. También significa que donde haya montes de soberbia, egoísmo e injusticia, pongamos humildad, solidaridad y caridad. Donde haya colinas de vanidad, ambición y envidia, pongamos sinceridad, bondad y compasión.

El siglo pasado nos dejó el testimonio de Gandhi, Juan Pablo II y Martin Luther King, hombres de paz contemplativos. Ellos hicieron sus revoluciones inclinándose hacia adentro y no arrodillándose hacia afuera. Supieron ser señores de sus silencios.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS