Columna


Qué hago con este voto

ROBERTO BURGOS CANTOR

24 de octubre de 2015 12:00 AM

Otras elecciones. Representación o formas de participar en el gobierno del terruño. Formas del mundo, variaron. No solo en Colombia.

Sin estadísticas se podrían establecer etapas de un momento y mostraron el estado del país, poblaciones buscando democracia o como llamemos el esfuerzo o engaño por ofrecer palabras diluidas: la felicidad del pueblo. ¿Pueblo? ¿Felicidad?

Uno responde de su memoria. Algunos libros. Épocas rudimentarias donde la identificación de los colombianos era precaria. Parecía que el mundo podía resolverse con dos partidos políticos hegemónicos. Sus dirigencias tenían ideas de ilustración. Resolvían el analfabetismo con discursos. Entre más floridos menos comprendidos. Eran años de conflicto donde el revuelto de política y religión, la aspiración de ciudadanías, terminaban en violencia.

El pensamiento milagrero engendró muertes, frustró la convivencia. El designio era tomar el Estado y volverlo instrumento para formar conciencias. Se dio el volatín atrás para más atraso: quien no piensa como yo no tiene alma, puedo eliminarlo. Se asomó la dictadura militar.

El horror pellizcó la sensatez. Dos líderes pactaron. La mitad del Estado para ti y la mitad para mí. El bien justifica licencias. Ese reparto impidió avasallar al otro y de ñapa turnó la dirección. El azar puso en la Presidencia a alguien con confianza en el cambio. Cazaba patos. En la neblina del poder le rompía las cámaras a los periodistas que lo retrataban en las casas de damas sabidas en ternuras amatorias. La libido apacigua las trampas del poder. Decía discursos ante el General de la gloria francesa dando vivas a la España de Franco.

Este echar las cartas con partida sabida aburrió a la gente. Pocos votaban. La protesta hervía en quienes no se reconocían en los partidos y aventuraban nuevos, el comunista, la democracia cristiana, la Anapo. Se contó la abstención. Ya votaban las mujeres liberadas, en la ley, de las faldas de los maridos.

Hay vacíos en este recuento por las elecciones de mañana.

El juego de los intelectuales del latín y los renovadores de la estadística, que indicaban por quién votar, pereció un día. Aquellos hombres probos, estudiosos y de corazón, Diego Luis, Arriaga, Echandía, Soto del Corral, Zalamea, García, Montaña, devastados por abril del 48 quedaron en la intemperie.
Y emergió el pícaro latinoamericano. Lazarillo de Tormes potenciado. Nadie quiere gobernar.

Cuide su voto que el diablo nos mira.

*Escritor

reburgosc@gmail.com

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