Columna


¡Qué pena!

LEDIS CARO D.

02 de mayo de 2014 12:02 AM

Eran las 4.30, aproximadamente, cuando el joven, que había llegado de Barranquilla, salió a sacar dinero en uno de los cajeros de Davivienda ubicado en un centro comercial en los alrededores de la bomba El Amparo. Cuando ya tenía el dinero en la mano, al joven lo rodearon cuatro fleteros que se movilizaban en dos motocicletas, y no solo le quitaron lo que tenía en las manos sino que lo obligaron a retirar todo el dinero que tenía en la cuenta, y encima de eso lo golpearon, muy a pesar de que estaba acompañado de un niño que aún no tiene ni dos años.

El joven, atortolado por el susto y la impresión, salió a buscar a un policía, pero en todo ese sector no encontró uno, a pesar de que este se ha convertido en corredor de atracadores y fleteros, por la afluencia de centros comerciales.

Cuando la familia donde el joven estaba hospedado por los días de Semana Santa se enteró, la hija mayor de la pareja dueña de casa, dijo, con tono de tristeza: !Qué vergüenza, mami!, refiriéndose a la pena que sentía con el visitante que llegó atraído por los muchos títulos de nobleza y de idealismo con los que se designa a Cartagena, pero que se fue con una cartera vacía y con ganas de no regresar.

¡Vergüenza la que deberían sentir el alcalde Dionisio Vélez y el presidente de la República, Juan Manuel Santos…, porque ellos son los responsables de la seguridad en esta ciudad y en este país!”, le respondió a su hija. “Además, eso pasa en cualquier parte”, añadió, pero para sus adentros enseguida reflexionó en el sentido de que Cartagena no es “cualquier parte”, es una Ciudad Patrimonio de la Humanidad y la joya de la corona de los colombianos.

Sin embargo, y muy a pesar de que con ese consuelo de tontos se trata de ocultar la desazón que se siente en este tipo de situaciones, no deja uno de sentirse avergonzado de que pasen ese tipo de cosas en una ciudad donde se anuncian con bombos y platillos los planes de seguridad para  temporadas altas de turismo, como Semana Santa, que atrae a tantos visitantes. Aunque, para seguir con el consuelo de tontos, a más de un cartagenero le habrá pasado lo mismo.

Ante eso, no tiene uno más que preguntarse ¿dónde están las cámaras de seguridad en esta ciudad? ¿Por qué en otras regiones del país, todavía no ha terminado de pasar el hecho y ya se conocen videos, bien sea para que la misma comunidad ayude a identificar a los maleantes, o para que las autoridades saquen pecho de que sí están trabajando para combatir el delito?

Pero si no sirven ni las del Centro Histórico, qué se espera para los sectores periféricos, donde se levanta esa Cartagena que amenaza con desbordarse hacia Turbaco y donde están edificándose muchos conjuntos residenciales y centros comerciales, pero donde el ciudadano común no se siente acompañado por las autoridades.

Estas - las autoridades - no pueden seguir permitiendo que sus habitantes se sigan avergonzando cuando el visitante, por creer que viene para una ciudad segura, se exponga a que lo atraquen y hasta asesinen, en sitios que deberían ser vigilados como la zona de cajeros automáticos de los centros comerciales.

Con el tiempo, habrá que exigir que se divulguen recomendaciones de peligro como hace Estados Unidos cuando sus ciudadanos quieren visitar ciertas ciudades y lugares que representan peligro para su integridad. O nos tocará a nosotros perder la pena y decirle a los que nos quieran venir a visitar que no vengan, que en esta ciudad atracan y roban en cualquier parte. Y si eso no los convence, decirles que vengan por su cuenta y riesgo.

Menos mal que aquí hasta la vergüenza se está perdiendo.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS