No hay motivos para alegrarse por la situación en la que se encuentra Gustavo Petro. Puede ser sancionado por el Procurador y existe la posibilidad de que lo destituya y lo inhabilite por un largo periodo para hacer política. Tuvo una oportunidad de oro para crear confianza en la izquierda democrática y hacer una buena administración en Bogotá, pero tomó el camino opuesto, el de un revanchismo desafiante que no corresponde a la generosidad con la que la sociedad lo ha tratado a él y al M-19 desde que se hizo la paz con ellos.
No está en esa situación por culpa del Procurador o del establecimiento sino porque deliberadamente provocó los hechos por los cuales ha sido investigado, que pueden causarle una sanción. Está empeñado en desconocer las limitaciones que le impone la ley como funcionario público y obstinado en proceder sin sujeción a las normas. En esto no está solo, porque muchos congresistas y no pocos alcaldes obran de la misma manera por distintas razones. Pero él es el único que aspira a hacerlo sin que lo sancionen.
Desde hace tiempo viene dando puntadas en dirección a que implícitamente se le debe otorgar un fuero especial y aduce que si se le aplican las normas que se le tendrían que aplicar, se corre el peligro de crear un precedente que va a impedir que otros guerrilleros depongan las armas y se reincorporen a la sociedad. Esto no tiene sentido. Si se permite que continúe haciendo caso omiso de las reglas que limitan su campo de acción se le estaría dando una señal equivocada a todos los potenciales reinsertados que aspiran a participar en política.
Si algo se necesita urgentemente que suceda en Colombia es que los políticos actúen como ciudadanos ejemplares, o por lo menos normales, y dejen de comportarse como si tuvieran licencia para violar o ignorar las normas con plena impunidad. Los guerrilleros que están negociando una posible participación de los líderes de las FARC en política no se van a retirar porque el Procurador sanciona a Petro. Su foco de atención es distinto.
Cuando se hizo la paz con el M-19 la sociedad colombiana los recibió de vuelta como al hijo pródigo en su casa, y cuando la derecha o la Mafia asesinó a Carlos Pizarro fue tanta la empatía con el M-19 que recibió un apoyo electoral multitudinario e histórico en las elecciones para la Constituyente que los puso en igualdad de condiciones con los dos partidos tradicionales para definir el futuro del país en la Constitución de 1991. Es en eso, no en la mala educación de Petro, en lo que se están fijando los negociadores de las FARC en la Habana. Por eso insisten en convocar otra constituyente (que el gobierno va a esquivar).
El precedente que hace creíble para la guerrilla la paz que les ofrece el gobierno es que a los miembros del M-19 se les ha tratado en forma excepcionalmente generosa. Nada distinto explica que Petro haya llegado a la alcaldía de Bogotá o que Navarro sea el candidato de la izquierda con mayor opción (reconocimiento y popularidad). Pero el comportamiento de Petro no le ayudará si decide postularse para la presidencia. Muchos le temen a un Navarro Wolff presidente. Quién sabe qué tendrá que hacer para convencer al país que no va a ser otro Petro.
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