Columna


A reeducar

MIGUEL YANCES PEÑA

02 de octubre de 2017 12:00 AM

Nadie puede desconocer la enorme influencia que tiene la televisión en los individuos. Si bien en mi caso, y casa, poco utilizamos el televisor -a veces para ver películas-, en muchas, está encendido gran parte del día; y para los niños es un imán que los mantiene quietos por largo rato (hay que despegarlos): aprenden cosas buenas (a hablar, bailar, cantar, y a veces principios y valores, entre muchas más), pero también malas. Los padres se preguntan de dónde, sin sospechar que, por imitación, aprenden de la televisión.

Cuando se habla de la “libertad de expresión”, siempre se dice que, en el caso de los “medios masivos de comunicaciones”, debe ser ejercida con responsabilidad social; lo cual no deja de ser un planteamiento puramente teórico. Para evadir esa responsabilidad, se la “chutan” a los padres de familia con una coletilla, que, por carecer de fuerza, nadie escucha, ni respeta.

Es otra gran realidad que la sociedad está en descomposición: los valores humanos totalmente trastocados, las virtudes ausentes. Algunos políticos con su ejemplo (no excluyan al presidente) y la tv, tienen una gran, sino toda la culpa de esta descomposición. La chabacanería y el mal gusto están presente en mucha de la producción nacional; no se salvan ni los noticieros, en los que es norma dramatizar al leer las noticias, y al presentar las imágenes; se trata de provocar pavor.

A pesar de su desprestigio, las redes sociales; el WhatsApp (“Qué App”), y el YouTube, entre otras, están ayudando a recomponer lo que la tv dañó en la sociedad. Circulan por ellas, videos que resaltan muchos de las virtudes y valores que se han perdido; por ejemplo: la consideración con los más pobres y desvalidos; la disciplina y el esfuerzo como requisitos del éxito; el amor por la naturaleza y los animales; el desprendimiento, la exaltación del espíritu sobre lo material; el respeto, la franqueza, la honestidad, en fin, virtudes y valores indispensables para vivir sanamente en sociedad. Y la publicidad es mucho más ingeniosa y elegante en ellas: aun así, permite saltársela.

Bueno, aquí viene el punto: si la tv ha ayudado a destruir la sociedad, debe servir para reconstruirla. El Estado es propietario de la gran mayoría de canales de televisión; concesiona espacios a programadoras particulares, y canales completos a unos operadores. Bien puede, y debería entonces el Estado, exigirles a los concesionarios dedicar una cierta cantidad de tiempo -incluyendo, pero no limitándolos a horarios de mayor audiencia- a difundir gratis, y hacerlo en los propios, mensaje educativos ingeniosos, amenos, agradables, producidos con la supervisión del Ministerio de Cultura.

La función social de la tv creo, es principalmente la de educar, además de entretener e informar; propósitos que no son excluyentes. Recuerdo, entre otros, una serie contra las drogas, que inexplicablemente retiraron. 

*Ing. Electrónico, MBA

movilyances@gmail.com

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