Columna


Refinados

ALBERTO ABELLO VIVES

17 de diciembre de 2016 12:00 AM

El fin de semana pasado, un diario capitalino publicó una entrevista a Edgardo Maya Villazón, contralor general de la República. Las denuncias -que no comentarios- que allí se hacen implican a Cartagena y -seguramente- a figuras del notablato cartagenero. Se trata del mayor desfalco en toda la historia de la nación colombiana ocurrido con la ampliación de la refinería de petróleos en Mamonal, hoy llamada Reficar. Sin embargo, poco eco se ha hecho a esto.

La Contraloría ha encontrado 36 hallazgos en los que hay todo tipo de faltas gravísimas cometidas por quienes tuvieron a su cargo el proyecto. Encontraron la más variada gama de irregularidades, como contratar una compañía internacional sin experiencia en la construcción de refinerías, pero sí con experiencia en dejar contratos firmados antes de irse. Como dijo el contralor, dejaron el burro bien amarrado. Y miren esta perla: “¿Sabe que descubrió la Contraloría? - se pregunta el mismo Maya-: Que personas vinculadas a los contratistas, en calidad de obreros y trabajadores, de día construían y de noche destruían, para que no terminara la obra”.

Y, sí terminó siendo la refinería más costosa del mundo.

Sobrecostos, despilfarro, improvisación, lucro cesante: toda una barbaridad, como lo asegura el contralor. Miren un pequeño detalle nada más: les sobraron 3,9 millones de piezas cuyo costo puede estar alrededor de 100 millones de dólares y contrataron más del doble de los 2,2 millones de horas de trabajo autorizadas.
La Contraloría anunció que señalará responsables, que deberán pagar por este gigantesco desfalco. “No me voy de la Contraloría sin haber definido la responsabilidad de los autores” – dijo Maya.

Por la importancia de este proyecto, este columnista aspira que todo salga a la luz pública. No se puede recurrir nuevamente al gastado ‘sirirí’ de achacarle la culpa en todo a los ‘cachacos’. Recordemos que líderes empresariales cartageneros abanderaron la iniciativa de ampliar la refinería desde finales del siglo XX; salieron de las empresas y se hicieron ministros y altos funcionarios de la nación desde donde lo promovieron, para regresar luego a gestionar su construcción. Consiguieron que se constituyera en el reivindicado proyecto industrial de la ciudad y la región, comprometieron a los políticos y alcanzaron el aval de los medios y la academia. Todo para que, finalmente, estas refinadas figuras locales lo manejaran a sus anchas. La cabra siempre tira para el monte.

No se podría recurrir ahora a la desmemoria o a supuestas enfermedades lamentables para evadir responsabilidades. La Contraloría y la Fiscalía están obligadas a solicitar la veracidad científica del estado mental de los autores de este desfalco que suma la bicoca de 8,5 billones de pesos.

Sobrecostos, despilfarro, improvisación, lucro cesante: toda una barbaridad, como lo asegura el contralor. 

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