Columna


Religión y política

ÁLVARO E. QUINTANA SALCEDO

08 de abril de 2016 12:00 AM

Terminada la marcha del 2 de abril convocada por el uribismo para protestar contra el gobierno actual, en Cartagena se abrió la polémica porque esta fue liderada por uno de los guías espirituales más influyentes de la ciudad. Muy independientemente de la incompetencia del presidente Santos y del manejo que le da al conflicto, es pertinente que las confesiones religiosas tomen el lugar que les corresponde como parte de la sociedad.

Tomar tarima política no corresponde con el mensaje bíblico. Cómo tampoco es coherente que los líderes políticos en su oportunismo, hagan alianzas con las iglesias para favorecer sus intereses particulares.

Siempre que la iglesia alcanzó el poder civil, lo empleó para castigar a los que no admitían sus doctrinas. Y esto no sólo se dio por los lados de la Iglesia Católica, las iglesias protestantes que también siguieron las huellas de Roma,  al aliarse con los poderes civiles, restringieron las libertades de conciencia. Durante siglos los que no comulgaban con la iglesia, creyentes y no creyentes sufrieron una larga persecución.  Multas, encarcelamientos, torturas, destierros; fueron las penas impuestas a los

La separación Iglesia - Estado fue una dura batalla gestada durante muchísimos años, por incluso algunos cristianos quienes anhelaban el ejercicio del derecho fundamental a la libertad religiosa.

Justamente Cartagena fue uno de los escenarios más cruentos para quienes representaban un peligro para el poder eclesiástico y político de la época. Surge la inquietud varios siglos después  ¿hay fuerzas en Cartagena que quieren revivir el santo oficio? No es exageración. Ya en el concejo se quiso imponer la lectura de la Biblia y la oración.  Concejales confesos han sacado adelante proyectos que se han gestado en el seno de sus iglesias. Ya el Alcalde difundió públicamente sus oraciones.

Los que enseñan la Biblia no deberían hacer tarima para promover y  hacer públicas sus preferencias  políticas, sencillamente porque al hacerlo  restringen la libertad de conciencia de sus  fieles.  ¿No se dan cuenta que al hacerlo, promueven la división en las comunidades y en el mismo  seno de sus iglesias?
Es cierto que en la Biblia hay muchísimos casos de líderes como por ejemplo Daniel, quien llegó a ser ministro del reino babilónico. Pero Daniel, jamás impuso sus preferencias. Los líderes religiosos pueden ser hombres de negocios, administradores, de  relaciones, organizadores, asesores espirituales, pero siempre encontrarán un peligro para la libertad en la mezcla de religión y política.

Nunca estaremos en contra las enseñanzas bíblicas, pero si en contra de la imposición de lo que debería ser un ejercicio de libre decisión. Dios no obliga a los hombres a renunciar a su incredulidad.  Delante de todos está la oportunidad de decidir entre el bien y el mal, es un ejercicio libre e individual decidir. Tampoco un líder religioso debe imponer por quién votar. La última vez que  Estado y Religión comulgaron, años de persecución consumieron a los cristianos.  Esperamos que nuestros gobernantes, como también los líderes religiosos asuma cada quien su papel, por el bien de las libertades religiosas.

alvaroquintana@gestores.com

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