Donald Trump está a punto de ser candidato republicano a la presidencia y paradójicamente, esto agrada a sus contendores liberales del Partido Demócrata, pero preocupa a las filas republicanas, en particular a sus sectores más conservadores.
La satisfacción demócrata con Trump no es porque sea cercano a sus principios. Muy por el contrario, la mayoría de sus propuestas son opuestas a las demócratas, y sus posiciones racistas, xenófobas y machistas repugnan a liberales y progresistas, y a conservadores e independientes civilizados y tolerantes.
Las ¨trumpeadas¨ contra mexicanos, árabes o mujeres, las más conocidas, generan el optimismo demócrata porque las rechaza gran parte del electorado, y votaría en contra la mayoría latina, los afrodescendientes y muchas mujeres.
A los republicanos no disgustan tanto, pues no son muy alejadas de su línea tradicional. Pero le critican a Trump no ser un verdadero conservador, sino un oportunista liberal neoyorquino infiltrado en el glorioso partido de Reagan y Bush.
No les faltan razones a los ultraconservadores del Tea Party. Recuerdan sus columnistas que Trump estuvo en el Partido Demócrata muchos años, que donó millones a las campañas liberales como la de Nancy Pelosi y, peor, ha estado en contra de sacrosantos principios de ese movimiento, incluso en esta campaña.
Trump osó oponerse a Bush hijo en la guerra contra Irak y en reciente debate con su hermano Jeb, los acusó de mentir sobre las armas de destrucción masiva que justificaron esa guerra. En política internacional Trump se dice neutral en el conflicto palestino-israelí y critica los intentos de imponer por la fuerza el modelo democrático occidental en Medio Oriente. Jeb Bush dijo que no votará por Trump en las próximas elecciones.
También en asuntos internos los conservadores ven a Trump como traidor a sus principios. No le perdonan ser tibio contra el aborto, y apoyar a la agencia federal que defiende ese derecho de las mujeres, ni que sus propuestas en salud pública sean tan parecidas a las de Obama; y lo acusan de ser más ¨socialista¨ al proponer un sistema como el canadiense. También lo acusan de ir contra del dogma del Tea Party, que es reducir el tamaño del estado, y de favorecer políticas intervencionistas y proteccionistas.
Pero Trump es el favorito de las bases del partido republicano y derrotó a Ted Cruz, el más radical ultraconservador. Para explicarlo, los mismos medios conservadores lo acusan de populista, demagogo y hasta de fascista.
Hay una profunda crisis y ruptura republicana, y varios de sus líderes más representativos además de Bush, tampoco votaran por Trump. Lo que aún cohesiona a ese partido es la política de reducir impuestos a los más ricos, donde no hay diferencias.
Las ¨trumpeadas¨ contra mexicanos, árabes o mujeres, las más conocidas, generan el optimismo demócrata porque las rechaza gran parte del electorado.
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