Columna


Río revuelto

RUBÉN DARÍO ÁLVAREZ PACHECO

23 de enero de 2014 12:02 AM

Creo que no sería tan mala idea que ahora que las autoridades están investigando la iglesia de María Luisa Piraquive, también se dedicaran a indagar sobre las miles que operan en Colombia y que, supuestamente, propagan el ejemplo de Cristo.

Si no lo hacen, la intervención contra Piraquive no pasará de ser una simple persecución política en detrimento de su hija, la senadora Alexandra Moreno Piraquive, una de las creadoras del partido Mira, que espera recoger cierto caudal electoral en las votaciones de marzo.

Lo digo porque con la avalancha de denuncias y ataques en contra de la citada pastora, parece que fueran ella y su iglesia los únicos que han creado una verdadera industria de la fe, cuando la realidad es que casos como ese existen desde hace mucho tiempo en este país y en todo el planeta.

Cartagena es una muestra. Alguna vez tuve el disgusto de asistir a una iglesia “cristiana” en donde las bancas de los pobres estaban apartadas al fondo de la sala, mientras en las más visibles esplendían los pudientes, llenos de prendas y de vestidos caros, y mirando y hablando por encima del hombro a todo el que le notaran algún rasgo de menesteroso.

He conocido pastores cuyos mensajes solo tienen la intención de empujar hacia el diezmo, “para que te salga ese empleo que tanto buscas, para que Dios te regale esa camioneta que tanto deseas, para que se te cure ese cáncer...”.

Son pocos los pastores que se empeñan en propagar las verdades espirituales, en vez de predicar prosperidad material, para llenar sus iglesias y sus bolsillos.
Abundan los ejemplos como el de María Luisa Piraquive, quien utiliza las escrituras para concretar sus objetivos personales, y para hacerle honor a la idiosincrasia racista, elitista y excluyente que impera en este país.

Al mismo tiempo, la mayoría de sus detractores también le hace honor a otro rasgo de la identidad colombiana: el oportunismo. No atacan a Piraquive porque sean mejores creyentes, ni porque quieran defender a los feligreses. El asunto es destruir su imperio y, de paso, arrasar con el recorrido político de Mira.

Quisiera equivocarme. Y una buena forma de que eso suceda es que las autoridades empiecen a abrir investigaciones en todas las iglesias a lo largo y ancho del país. Que los directores de las más acaudaladas expliquen por qué gozan de tanta prosperidad material; por qué esas exhibiciones de riqueza y poder, si se supone que todo guía espiritual debe estar centrado en los asuntos del alma y no en los suntuarios. La razón: Cristo no era dueño ni de la ropa que llevaba puesta, dicen los estudiosos.

*Periodista

xralvarez@eluniversal.com.co
 

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