El 13 de junio se cumplen 60 años del día en que el General Gustavo Rojas Pinilla derrocó al presidente Laureano Gómez, mediante un golpe de estado incruento.
El 13 de junio de 1953, Laureano Gómez, presidente titular, quien no simpatizaba con Rojas, y que estaba incapacitado por una trombosis cerebral, salió de su lecho de enfermo y se dirigió al Palacio de San Carlos y le pidió a Roberto Urdaneta Arbeláez, presidente encargado, que destituyera al General Rojas Pinilla por las arbitrariedades cometidas contra el industrial liberal, Felipe Echevarría, por esbirros militares del régimen. Urdaneta se negó, pero Gómez insistió. Urdaneta replicó que a un comandante de las Fuerzas Armadas no se le destituía así, de buenas a primeras. Entre Gómez y Urdaneta hubo un fuerte altercado, este último renunció y Gómez reasumió la presidencia.
Al saber esto, Rojas regresó apresuradamente de Melgar, llegó a Palacio y le pidió a Urdaneta que reasumiera la presidencia. Urdaneta le agradeció, pero se negó, arguyendo que desde la mañana el Presidente era otra vez Gómez. En vista de la negativa de Urdaneta, Rojas Pinilla, después de muchas dudas, se tomó el poder.
Parece un chiste, pero el militar golpista dejó la nómina ministerial intacta y sólo incluyó como novedades a los generales Gustavo Berrío y Arturo Charry en los ministerios de Guerra y Agricultura, respectivamente y al Coronel Manuel Agudelo en el ministerio de Correos y Telégrafos.
Siguieron en sus cargos Lucio Pabón, Carlos Villaveces y otros. El golpe de estado de Rojas fue recibido con júbilo en toda la nación. Liberales y conservadores (ospinistas y alzatistas) le echaban flores. Darío Echandía dijo que “no había sido un golpe de estado sino un golpe de opinión” y Alberto Lleras expresó que “Rojas había cortado el nudo gordiano de la dictadura de Gómez”.
Como todas las dictaduras, la de Rojas tuvo sus esplendores, como la pacificación del país y la construcción de muchas obras públicas, pero también tuvo sus miserias, ya que en 1954 el régimen mostró su talante autoritario al realizar una matanza de estudiantes; en 1955, cerró El Tiempo y en 1956 clausuró El Espectador. En 1956, en una corrida de toros, María Eugenia Rojas, hija del mandatario, fue abucheada, lo que motivó una tétrica revancha una semana después que perpetraron miembros del SIC (equivalente al DAS), quienes golpearon a los opositores en otra corrida. En paralelo, en el extranjero se cosió una alianza entre laureanistas y lleristas.
En 1957, Rojas intentó reelegirse para el periodo 1958-1962. Este hecho y su intento de nacionalizar la banca motivaron la realización de un paro patronal el cual, sumado a un movimiento estudiantil, tumbó al dictador el 10 de mayo de 1957. Así culminó la única dictadura militar que hubo en Colombia en el siglo XX.
*Columnista
menrodster@gmail.com
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