Columna


Salario mínimo y paz

GIL ALBERTO FALCÓN PRASCA

18 de diciembre de 2015 12:00 AM

COLUMNA SINDICAL

El objetivo del salario mínimo es garantizar cubrir la canasta mínima vital en alimentos, educación, salud, vivienda, vestido y servicios públicos de un trabajador.
En nuestro país no se cumple, pues el salario mínimo solo cubre un poco menos de la mitad de estas necesidades esenciales.

Según el DANE, de cada 100 trabajadores asalariados, 23,5% están por debajo del salario mínimo.

La mayor dificultad para concertar el Smlv radica en las creencias monetaristas de la junta directiva del Banco República y el Minhacienda, que parten del supuesto falso de que el trabajo es una mercancía y el salario es su precio.

Plantean que si el salario es alto habrá desempleo, mayor inflación, crece la informalidad y se dificulta la inserción de Colombia en la economía internacional.
La causa de la inflación no hay que buscarla en los salarios, sino en las altas tasas de interés, el alza del dólar, la sequía, bajos precios de la locomotora minera, altos costos de la energía, gasolina, alimentos, la atrasada infraestructura vial, y las firmas de los TLC.

La torpeza de la junta directiva del Banco de la República y Minhacienda no puede ser mayor, pues su arma secreta para reducir la inflación es elevar las tasas de interés. Pero al aumentar los costos financieros a las empresas, aumenta la inflación, bajará su rentabilidad, habrá más quiebras de las arruinadas por los TLC y por tanto habrá mayor desempleo.

Las ideas y creencias que tienen las elites que diseñan y ejecutan la política económica, la salarial y laboral, son responsables de nuestros problemas, incluyendo la ineficacia del diálogo social. Es difícil hacer acuerdos sensatos con personas enceguecidas y sordas por la ideología neoliberal. El proceso de paz que estamos a punto de afianzar con los acuerdos de La Habana nos permitirá hacer efectivos los aportes de los trabajadores, empresarios y del Estado como empleador, al proceso de pacificación.

El gobierno y los empleadores deben ser ejemplo de sometimiento a las normas sobre formalización laboral y justicia laboral para afianzar la cultura del diálogo social, la bilateralidad y reorientar la concepción que hasta ahora se tiene sobre la responsabilidad social empresarial y sindical.

Los acuerdos con las FARC y ELN, el posacuerdo, deben ser un punto de partida para reconstruir el tejido social del país.

Hay que aprovechar el proceso de paz para construir un nuevo modelo de relaciones laborales como aporte al nuevo país incluyente y solidario que todos queremos, y para acordar el impulso de procesos pedagógicos, formativos y de sensibilización con relación a construir la paz.

*CUT BOLÍVAR
GIL A. FALCÓN PRASCA*
cutbolivar@gmail.com
 

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