Columna


Saqueos parroquiales

FIDEL A. LEOTTAU BELEÑO

27 de octubre de 2016 12:00 AM

Hace algún tiempo los municipios antioqueños, Sonsón y Belmira, fueron objeto de saqueos en sus parroquias. Del primero, después de la procesión con propósitos de lluvias, al quinto día de agua corrida, se robaron la imagen de la virgen y el niño, ambos con coronas de oro y piedras preciosas. Del segundo, como estaba anclada y atornillada, sólo se llevaron el cetro de María Auxiliadora.

En Canchala, cerca de Pasto, su patrono, el Señor de la Buena Muerte, traído por los españoles durante la conquista, fue robado en el 2002, después de la Semana Mayor. Unos niños lo hallaron sepultado en una mina de arena, lo que consideraron un milagro, 17 días después.

Calixto Ochoa se enteró que en Valencia de Jesús, su pueblo, el padre Pachito se había llevado los altares de la parroquia y compuso una canción de denuncia. Años más tarde, se lamentó en otra canción, y le pidió perdón a Pachito, al constatar que todo había sido una farsa.

El cura español, Lorenzo de Alboraya, sacó el cáliz de la parroquia de Badillo, que Escalona en su canción llamó custodia. Uso la excusa de que lo iba a restaurar, pero el pueblo, viendo la demora, protestó ante el obispo. Más tarde, Lorenzo devuelve uno dudoso y nace La custodia de Badillo: “Allá en la casa de Gregorio / muy segura estaba / una reliquia del pueblo / tipo colonial / era una custodia linda / muy grande y pesada / que ahora por otra liviana / la quieren cambiar…”

Mi pueblo no es la excepción. En el hogar de una de las 10 familias Llamas Mendoza que ha dado Villanueva, nació Augusto, eminente cancerólogo, de trayectoria internacional; Orlando, lingüista e investigador renombrado; Luis, economista de tesis laureada. También vino al mundo Alvarito, el inolvidable sacristán.

En aquel diciembre me dijo: “consíguete una bolsa de manigueta, tengo un muñeco, el aguinaldo apropiado para el nieto de María Padilla, ya arreglé con ella”. La proporcioné, empacó y fuimos, sin percatarme qué contenía la bolsa. La matrona le dio 22 centavos, y en la tienda de Rosa Ibáñez, los consumimos en cocadas y queso.

Nos despedimos, tomó un callejón antes de la plaza, y cuando pasé por el despacho parroquial, el cura me gritó: se han llevado al Niño Dios del pesebre. Deduje y delaté. Tiempo después compusimos un tema alusivo. Un fragmento: “Un 25 de diciembre / del año cincuenta y cinco / insólito lo que vimos / de un hecho sobresaliente / en las fiestas más alegres / que mi infancia había vivido / se llevaron del pesebre / al niño recién nacido. Coro: Me duele porque conmigo / en la bolsa aquel malvado / vendió por unos centavos / al Niño Jesús Divino…

Vive en la finca, y quien llega es bendecido por la imagen del Divino Niño.

fidelalejandro@costa.net.co

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