Columna


Se apagó una guerra

RAFAEL VERGARA NAVARRO

19 de agosto de 2017 12:00 AM

Saliendo de 12 departamentos, con 11 mil km recorridos por canoas, jeeps, camiones y 50 horas de vuelo de 3 helicópteros, la misión de ONU extrajo de las 26 Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN) las armas que, en acto solemne el 27 de junio, las FARC depositaron en contenedores cumpliendo su palabra.

Según Jean Arnault, jefe de la Misión, transportaron 8112 armas largas y cortas, 1,3 millones de cartuchos (ya destruidos) y de las 873 caletas indicadas, el contenido de 510 en zonas remotas y de difícil acceso. Accedieron a 795 armas, 300 mil municiones, 32 toneladas de explosivos, 4 mil granadas, minas antipersona y granadas de mortero.

Palabras mayores en una guerra que se apaga y que por la animadversión contra Santos, el pesimismo o la apatía generada por los escándalos de corrupción en todos los órdenes del Estado, no se valora o se ignora la trascendencia que tiene el “encarrile del país hacia una nueva etapa”, al decir de Arnault.

Las ZVTN se convirtieron en ‘Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación’ y allí más de 7 mil excombatientes, protegidos como ciudadanos por las Fuerzas Armadas o la Policía, se preparan para la vida civil. Lo importante es que lo harán colectivamente en 52 cooperativas multiactivas, entre ellas, Ecomún, que impulsa proyectos empresariales, y otra de sustitución de cultivos ilícitos.

El 75% de los excombatientes terminará la educación básica y, debido a que el 66% es de origen rural, la mayoría desea vincularse al campo pero en el acuerdo no se pactó que el Estado les entregue tierra para actividades productivas.

Este hecho trasladó la discusión al uso que se dará a los bienes que entregará esa organización para reparar a las víctimas, y la pretensión que también sirvan para la reincorporación de sus miembros. Lo oposición de los órganos de control y de sectores políticos será otro escollo a superar. 

Más de 1000 excombatientes al servicio del Estado trabajarán en seguridad y el Sena ha capacitado a 500 para ser guardabosques, promotores ambientales y asistentes de investigación en áreas incorporadas con el desarme, en parques nacionales o reservas ambientales. Ideal sería que Minambiente liderara una cadena de cooperativas que, a través de viveros y siembras, contribuyeran a recuperar y reforestar laderas y orillas de ríos, disminuyendo así erosión y sedimentos.

Dejar las armas no significa dejar de ser políticos o que desaparezcan los conflictos. El arma es la palabra y el reto es crecer todos como demócratas, aceptar la diferencia y, en adelante, convivir y confrontar con la ahora ‘Fuerza Alternativa Revolucionaria de Colombia’ (FARC), que ha expresado querer “ser la voz de los excluidos, de los sin voz, de los que viven en la miseria, la voz de la gente honesta y buena de Colombia”. Vital para la paz es respetarles la vida.

*Abogado ambientalista y comunicador.

rvergaran@yahoo.com

 

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