Columna


Se va el caimán…;

JORGE RUMIÉ

08 de diciembre de 2017 12:00 AM

El apiñamiento de edificios y personas debería obligarnos a vivir con unos estándares más elevados de decencia, y por ahí mismo exigir que las normas de conducta ciudadana se acaten con mayor rigurosidad. Pero no es así, desgraciadamente. La patanería, la basura, el ruido y hasta la locura son espectáculos que soportamos a diario en cualquier esquina, y eso que ya tenemos un código de policía. 

El otro día nada más, para entrar en materia, a un señor se le ocurrió pasear a un caimán de unos 6 metros de largo y seguramente unos 500 kg de peso por el paseo peatonal de Bocagrande. ¿Puedes creerlo? Era del tamaño de una “chiva” de esas que usan para entretener a los turistas. Y obvio… la gritería, los desmayos y la correndilla de la gente fueron como para alquilar mecedora. Según entiendo, aún hay personas que corren y están por llegar a Corozal, “porque yo a ese pueblo de m… no regreso”, me dijo una señora iracunda.

Como testigo, debo reconocer que el señor paseaba su reptil con su respectivo collar y correa, como lo exige la etiqueta. Pero eso no evitó, lastimosamente, que una de esas perritas vaporosas y perfumadas tipo “fifí”, cometiera el error de acercarse demasiado y el caimán se la tragó sin respirar. Simplemente desapareció, mientras su dueña daba unos alaridos horribles. Por mucho que el señor intentó persuadir al animal para que regresara su aperitivo, nada le hizo cambiar de opinión. Como todo lagarto que se respete, era más terco que un filósofo en ayunas. Y con el escándalo… se vino la policía, los bomberos, el EPA, la Defensa Civil y hasta Rafa Vergara, para ver cómo solucionaban el problema cívicoambiental, y hasta penal, porque ya había una perrita convertida en desayuno.

Enterados de los acontecimientos, la Policía informó a los presentes que no podían hacer nada contra el caimán y su dueño, porque el Código de Policía especifica textualmente los bozales para los “perros potencialmente peligrosos”. Y como bien aclaró mi teniente: “Al menos que el caimán provenga de la cirugía plástica de un ‘perro salchicha gigante’, no hay forma legal de aprehenderlo”.

Ante la sorpresa de todos, el desconocido partió, aguajero, con su saurio al costado y cuando a lo lejos identificó a un vecino, le preguntó alegrón: “Ajá amigo, ¿y cómo la viste?” “Bueno sí… lo de siempre”, le contestó. “Impresionado con tú piel gruesa de caimán, es la verdad. Pero el día que te capturen, lo único que te quedará será una piel de lagartija”.

JORGE RUMIÉ
jorgerumie@gmail.com

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