Ningún ser humano nace con hostilidad. La violencia se aprende. Nuestro entorno social estimula la racionalidad, la tolerancia y la bondad del individuo, o desarrolla en él las semillas del disparate, el odio o la crueldad. Nadie es violento sin aprendizaje.
Esta semana que finalizó los cartageneros fuimos sorprendidos por crímenes sangrientos. Es la barbarie envuelta en un lenguaje que pretende justificar lo injustificable. El caso del Chino Alex, vergonzoso y atroz, nos deja una verdad de Perogrullo: se cultiva, y desarrolla “positivamente”, la violencia de las nuevas generaciones. Jóvenes, en su primera y segunda adolescencia, motivados por el facilismo, la ambición, las oportunidades en las Bacrim, sin familias y sin proyecto de vida, sin sentido ético, salen a las calles alimentados por el odio con una triple misión: la lucha callejera en medio del aguacero, destruir la infraestructura comunitaria y aterrorizar a los vecinos. ¿Seremos capaces de pasar de la administración de un problema a gestionar un riesgo social que haga posible una política pública de convivencia desde el sentido de pertenencia por la ciudad y la inclusión social?
En Cartagena hay un aprendizaje de la violencia a través de mecanismos conocidos y a los que no estoy muy seguro que responda la estrategia “Más jóvenes íntegros” de la secretaría del Interior. Quienes conocemos los muchachos sabemos que para despertar la violencia sus conciencias, basta con “fabricar el enemigo” deshumanizándolo y demonizándolo. Es común propagar falsos estereotipos que rebajan a nuestros muchachos como seres humanos y los presentan como merecedores de una agresión justa. El “chino Alex”…era el mismo “chino maldad”. ¿Sabe la ciudad que esta estrategia aumenta la rabia y el resentimiento en el corazón noble de un muchacho bueno?
Por otra parte, debe funcionar el mecanismo psicológico de la “proyección”. El joven tiene que defenderse de sus impulsos inaceptables de violencia y justificarlos ante sí mismo. Es aquí donde empieza a proyectar sus propias actitudes sobre las víctimas. El “los odiamos” se convierte en “nos odian”. Solo esta distorsión le permite luchar con una sensación de dignidad.
Nuestros muchachos, y quienes les suministran armas, no saben que la primera víctima de su violencia serán ellos mismos. Separados de la realidad y marcados por el resentimiento, su vida será cada vez más desdichada. Si no paramos esta vaina…Cartagena habrá perdido su juventud para la paz. Habituados a la agresión violenta y la destrucción, poco podrán aportar a una convivencia más justa y tolerante. La ciudad no necesita sembradores de odios y violencias, sino hombres y mujeres que sepan reaccionar con indignación frente a todo lo que va contra el ser humano.
*Director del PDP del Canal del Dique y Zona costera
ramaca41@hotmail.com
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