Columna


Cartagena tiene nuevo alcalde. Dionisio Vélez ganó en las urnas y su triunfo hay que respetarlo y asumir sus consecuencias. Su título es legal, aunque haya sido obtenido en una jornada de previsible predominio de la abstención por la atipicidad de las elecciones y porque sólo la alcaldía estaba en juego.
El alcalde desborda entusiasmo y expresa voluntad de trabajo para transformar Cartagena. Por mandato constitucional es el jefe de la administración distrital. Ojalá ejerza esa responsabilidad con vigor y autonomía. A él no se le ha elegido para que sea el repartidor de puestos, presupuesto e influencias entre concejales, patrocinadores económicos y actores políticos. Plausible su anuncio de obrar con independencia del Concejo.
El alcalde tiene plena libertad para escoger sus colaboradores. Lo deseablees que gobierne sólo con quienes apoyaron sus programas. Es saludable para toda Colombia que se rompa la práctica perversa de premiar con altos cargos en la administración a los derrotados, para así acallar el control de la administración y silenciar todo conato de oposición seria.
En los años de elección popular de alcaldes la experiencia de Cartagena es muy pobre en cuanto a ejercicio de la autonomía. La norma ha sido que los alcaldes se conviertan en simples cabezas de una asociación con los concejales, aportantes económicos para la campaña e impulsores electorales. Así el alcalde funge de aplicador de una repartición burocrática, presupuestal y administrativa del distrito, transfiriendo sus atribuciones a otros. Es común oír decir que la salud pertenece a fulano, la educación a mengano, planeación a zutano y así de todas las instancias administrativas, es decir la administración es desguazada y adjudicada en porciones a concejales, financiadores electorales y aportantes de votos.
Por eso prevalece en la administración distrital una adocenada cohorte de funcionariossin orgullo por servir al distrito y sin espíritu de servicio a la comunidad, que ultraja al usuario con estudiada displicencia o ingeniosa siembra de obstáculos para abonar la venalidad. Y a ello se llegó por estos repartimientos y porselecciones amañadas para enquistar en carrera administrativa a la clientela, sin tener que ver con competencias ni virtudes ni vocación de servicio Esa burocracia sabe bien aprovechar la maraña espesa de las reglamentaciones prolijas y excesivas en que abundamos para demorar y congelar cualquier iniciativa que no sea de sus afectos o del padrino a quien consideran verdadero jefe.
Que los empleados estén todo el día en sus puestos es loable. Más todavía que estén a las órdenes del alcalde, no de su padrino. Gobernar bien es administrar la ciudad toda, nolo esparcelar su administración y adjudicarla por lotes.

h.hernandez@hernandezypereira.com

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