Columna


¿Sí queremos la paz?

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

27 de noviembre de 2016 12:00 AM

En Colombia todos decimos querer la paz. El campo y la ciudad la desean, las víctimas la gritan, la Iglesia la implora, los políticos la piden, el gobierno y la insurgencia la convierten en acuerdo y los partidos la incluyen en sus programas. ¿Quién se atrevería hoy a decir lo contrario después de tanta atrocidad que le ha mostrado al mundo de qué somos capaces los colombianos? Desafortunadamente no siempre es cierto aquello que solemos proclamar de manera individual y colectiva.

Querer la paz no significa solo lamentarse de los hechos de la violencia política en la Colombia profunda ni de los hechos de la violencia social en las calles de Cartagena y en no pocas de nuestras casas. No basta con irritarnos por la sangre que a diario se derrama en nuestra tierra. Sobre esto hay lecciones aprendidas: no podemos esperar que otros nos la traigan por más que quieran ayudarnos; buscar un equilibrio de fuerzas no fue ni es el camino; tampoco será el fruto del juego y las estrategias de los políticos.

Es muy tentador tranquilizar nuestra conciencia, dando por supuesto que nosotros somos ‘buenas personas” que queremos y buscamos la paz y que son los otros “los malos” que no la desean ni la hacen posible. Por lo general, cada uno de nosotros tiene una imagen interesada de la paz y buscamos en realidad un orden de cosas tranquilo donde se cumplan nuestros intereses individuales y políticos.

Creo que este tiempo del adviento, que hoy comenzamos, y que pone su énfasis en abrir los ojos y estar despiertos, nos puede ayudar a reflexionar y a discernir. Tenemos que ser capaces de preguntarnos si de verdad queremos la paz, aunque no responda completamente a nuestros objetivos individuales o de grupo.

El plebiscito fue la clara expresión de un pueblo dividido. Será un gran día cuando, en esta nación, los ciudadanos de a pie podamos comprender que cada partido político…es solamente “partido”, es decir, algo parcial, que sólo representa a una parte del pueblo.

Consciente de que el acuerdo llegará al Congreso de la República hago un doble llamado: que se reconozca que los colombianos no hemos perdido nuestra capacidad de ser mejores seres humanos y de querer organizar nuestra sociedad de una manera más aceptable. Creo que el Espíritu de Dios sigue actuando en la historia y en el corazón de cada persona. Lo segundo es trascender el acuerdo. Hay que cambiar el rumbo equivocado que por tantos años llevamos. ¿Tendremos personas con capacidad para introducir sensatez en medio de tanta locura, sentido moral en medio de tanto vacío ético, calor humano y solidaridad en el seno de tanto pragmatismo sin corazón? Esto sería lo torcido, y por enderezar, para retomar el camino de la decencia.

Padre Rafael Castillo T.
 

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