Ya próximos a finalizar la cuaresma e iniciar la Semana Santa quiero hacerle una propuesta al pueblo cartagenero y bolivarense.
Tengo un joven amigo que se rebusca vendiendo agua en uno de los semáforos de la ciudad. Es padre de dos hijos y su mujer trabaja por días aseando casas de familia. Me dice que por la competencia en los semáforos y porque sólo puede trabajar medio día porque debe regresar a cuidar sus hijos, sólo gana siete mil pesos diarios, que son para la comida.
Mi propuesta es que el próximo 27 de marzo, quinto viernes de cuaresma, lo vivamos sólo con siete mil pesos. Hago esta invitación porque creo que no nos hace mal sacudir nuestras conciencias de hombres y mujeres satisfechos a quienes no les falta casi nada.
¿Por qué 7 mil pesos? Porque esa es la cantidad que gasta diariamente en comida una familia pobre de Cartagena, como la de Joche, conformada por cuatro personas. Es un gesto que podemos hacer individualmente o en familia, o lo podemos promover en nuestras comunidades, empresas y parroquias. La forma concreta de llevarlo a cabo puede ir desde comernos una comida en todo el día hasta compartir un plato de arroz o unas sopas en familia, o prescindir de la comida principal que entre nosotros por lo general es el almuerzo. La idea es que vivamos este último viernes de cuaresma con lo que la familia de Joche vive todos los días del año y le va tocar vivir todos los años de su vida.
Es ingenuo pensar que por hacer este gesto, ya estamos compartiendo de cerca la miseria de los más pobres. Una cosa es intercalar este humilde gesto en nuestra vida con todas las necesidades cubiertas, y otra muy distinta vivir sin saber con qué vamos a contar mañana.
Este gesto es exigente y simbólico. Con él vamos a expresar nuestro deseo de acercarnos a los más pobres de la ciudad. Vamos a experimentar mejor lo que significa esa desigualdad de la que tanto hablamos. Por otra parte, es un modo de ejercitar nuestra capacidad de vivir con más austeridad y menos cosas innecesarias e inútiles.
Está claro que no son estos pequeños gestos los que van a equilibrar la balanza; igualmente está claro que las cosas en Cartagena no van a cambiar si no se crea entre nosotros una nueva conciencia. Sacudamos la rutina, reflexionemos desde el fondo y descubramos nuevas formas más humanas de vivir. Es equivocado comer lo que nos apetece y tirar lo que nos sobra. En Cartagena se consume mucho porque la ciudad está en venta. Pero ese consumo se mantiene porque la gente que está al servicio de esa venta es exprimida por un sistema económico que impone sus condiciones sin justicia ni piedad alguna. Pregunta: ¿qué motivo a Jesús a decirnos que no sólo de pan vive el hombre?
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