Columna


Silencio de los domingos (2)

ROBERTO BURGOS CANTOR

30 de junio de 2018 12:00 AM

BAÚL DE MAGO
A zancadas el país conocía rostros de la desgracia. Se sumía en una indiferencia impávida. Desesperanzada conformidad.

Al amparo de leyes de excepción para situaciones de catástrofes enfrentaba la realidad descosida. Los dos partidos aferrados a sus credos. Entregados a la ilusión de las comparsas de manifestaciones ambulantes para elecciones. Los empresarios ofrecían lo que el candidato pidiese.

Un número grande de normas de excepción se deslizaban a la legislación ordinaria, hasta que la gravedad de hechos nuevos las superaba. Se ensayaba de todo: civiles juzgados por tribunales militares; licencia a las fuerzas del orden (¿?) para allanar moradas; rectores universitarios con poderes de tenientes; privaciones de la libertad sin orden judicial. Gerardo Molina, maltratado a empujones en su propio domicilio; Gabriela Samper en el calabozo; Gabriel García Márquez refugiado en un consulado; las redadas nocturnas en aumento. Y siempre las elecciones, su abstención de vértigo y conteos compasivos de votos, remendaban la fachada de nuestra democracia.

En el desespero de las mentiras y atribulado de verdades, Darío Echandía dijo lo que dijo. Así como el monstruo creciente de las drogas se siguió tratando como caso de policía, la severa metáfora de Echandía fue reclamada como desvarío grosero de vecino que damas del Gobierno de la época fueron a reclamar.

No deja de ser extraño que un país con admirables intelectuales fue incapaz de encontrar un modelo generoso de inclusión y convivencia. El egoísmo interesado de sus patronos prefirió sostener las fisuras de la convivencia en paz y seguir con el manduco contra los débiles. Negar la pertenencia a los pobres, porque señores, esto tiene dueño. Cuántos habrán leído al conde Tolstoi: cuánta tierra necesita un hombre.

En ese clima opresivo se intentaron dos salidas constitucionales. Ambas fracasaron.

Algunas normas, de tantas que se agregaron a la Constitución de Núñez, de esas que López Pumarejo dijo: sólo se trata de romperle unas vértebras; quedaron como recurso en su vigencia inerte, mariposas prendidas con alfiler en vitrina de coleccionista. Tres presidentes que utilizaron el recurso de la ‘Emergencia Económica’ para atender problemas estructurales se estrellaron contra el control constitucional difuso de la Corte Suprema.

Por esos días, Alberto Lleras Camargo, con su bella prosa de escritor extraviado en los temporales de la política y el hábito de rescatar del pasado aprendizajes para el presente inestable, afirmó en un homenaje a Aquileo Parra, que descreía de los reformadores.

Pero el monstruo que corroía la convivencia crecía.

reburgosc@gmail.com

*Escritor

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