Columna


Sin enmienda no hay perdón

ROBERTO BURGOS CANTOR

09 de abril de 2016 12:00 AM

El profesor rosarista, joven, se asombra de que aún el gobierno colombiano no imparta la pedagogía de la sentencia anterior del tribunal de La Haya. Explica él, que no puede considerarse una derrota o pérdida para Colombia. Muchos recuerdan que el veterano coronel Londoño, a quien Jorge Child llamaba el limítrofe, habló de lo mismo. Y de alguna manera el sibilino decir bogotano de la ministra de Relaciones Exteriores advirtió algo semejante. 

Lo peor de un episodio como el de la sentencia es, que además del maximalismo histórico, nos comportamos ante la adversidad iguales a la ralea incubada en las escuelas de derecho que confunden la defensa jurídica, con la complicidad con el acusado. No velan por el proceso y la sentencia en derecho sino por la exculpación apuntalada con babas y vergüenza.

Hay que preocuparse por la arenga del señor. Se basa en conceptos de los magistrados que no ganaron. Como si los abogados litigaran con salvamentos y no con decisiones. Claro que los salvamentos valen para el derecho, pero no son argumento para incumplir la sentencia.

El presidente López Michelsen insistió, por años, ante la pretensión de Nicaragua, en el arreglo bilateral. En el fondo y la superficie está la ineptitud del aparato de relaciones exteriores de Colombia. No es sólo este país. Desde cuando libertadores iban a las cortes europeas y rusas a exponer sus ideas y buscar apoyos a los ideales en juego, bastante agua corrió. América pensó que esas relaciones eran apenas protocolos de mesa y buen saludar y un modus vivendi de unas clases parasitarias, o el agregado pensional para generales insatisfechos. Se creyó democratizar el servicio con cuotas para los políticos. Como eran retribuciones, no se estudiaba.

Esta vez el conflicto esta en el Caribe. Y es chino para el gobierno y sus relaciones. La comedia alivia. Oímos al presidente Betancur pedir una carta de agradecimiento a La Haya porque, según él, al fin los colombianos nos uníamos. Lo salva su anacronía poética. En esa ocasión recitó en los micrófonos con un descendiente de Casas, versos irrepetibles. Olvidados.

¿Será hora de oír a: Bell Lemus, Posada Carbó, Múnera Cavadía, Adolfo Meisel, Alberto Abello, Diego  Cardona, Ortíz Cassiani, Heisel Robinson, Ariel Castillo, Nadia Celis, el hijo de Rafael Bassi y trazar el mapa que vislumbre el porvenir?

La hazaña de Torrijos, López, Graham Greene, Jimmy Carter, mostró una diplomacia de verdad. El frac es un disfraz.
Cuánto habría servido invocar a Rubén Darío y Núñez, al cura Cardenal y a Agudelo en Solentiname. A Martínez Rivas y su Yadira en Cartagena de Indias.  

reburgosc@gmail.com

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