Columna


Sindicatos y clientelismo

MAURICIO CABRERA GALVIS

06 de diciembre de 2015 12:00 AM

El uso y el abuso de los derechos sindicales por políticos clientelistas y corruptos (perdonen la redundancia) deteriora la calidad de la administración pública, perjudica a los usuarios de los servicios públicos, y desprestigia a los mismos sindicatos y menoscaba ese instrumento tan importante para los trabajadores.

Sucede en el Valle del Cauca y en muchas otras ciudades y departamentos. Políticos quemados en las elecciones y con sus cuotas burocráticas amenazadas promueven sindicalizar a sus recomendados para que no puedan sacarlos de sus cargos, incluso los de libre nombramiento y remoción. Como tituló el diario El País, es como esos políticos “se atornillan al poder”.

No es nuevo el abuso clientelista de los fueros sindicales. Son conocidos los funcionarios nombrados como cuotas de parlamentarios, concejales o diputados, que no van a trabajar, solo cobran el cheque, porque su oficio es ayudar en las campañas políticas del jefe. Se afilian al sindicato y si tratan de sacarlos o de hacerlos trabajar, arman el escándalo por persecución laboral.

Así no sean la mayoría, entorpecen las entidades públicas. Peor aún en las empresas de servicios públicos, donde generan ineficiencias, destruyen valor e impiden mejorar la calidad de los servicios, dándole buenos argumentos a los neoliberales para privatizar.
Pero además de los costosos daños al sector público, este clientelismo perjudica a los mismos sindicatos y desprestigian el movimiento sindical.

Los sindicatos fueron fundamentales para conquistar los derechos básicos de los trabajadores: la jornada de 8 horas, la salud ocupacional, la pensión, las cesantías y muchas otras mejoras laborales que parecen obvias pero que hace menos de un siglo no existían, obtenidas gracias a la acción sindical. Como lo comenté hace unas semanas, en el mundo los sindicatos ayudaron a disminuir las enormes desigualdades en la distribución del ingreso.

Para seguir construyendo una sociedad más justa, deben recuperar su prestigio y ganarse el respeto de la sociedad rechazando ser usados para mantener cuotas burocráticas, y deben denunciarlas y combatirlas. Las centrales sindicales deberían rechazar afiliar a sindicatos espurios que buscan perpetuar en el poder a unas maquinarias políticas.

Los sindicatos de empresas privadas entienden para sobrevivir tienen que defender a las empresas, como lo hacen con los ingenios azucareros, y los sindicatos de trabajadores oficiales deben entender que también deben tener como prioridad defender las empresas públicas que deben servir a todos.

El adversario de los trabajadores públicos no es el Estado como patrón, sino la privatización del aparato estatal, es decir, manipular las entidades publicas para ponerlas al servicio de los intereses particulares como los de los políticos clientelistas.

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