A raíz del caos en el sector turístico estos últimos años debido al incremento de su población y del turismo, las altas mareas que inundan las calles y, en su época, las lluvias sin desagües, se está conformando un frente para frenar las construcciones del sector. No me refiero al debate sobre lo que se hará con el lote de la Base Naval, sino a la cantidad de edificios y proyectos que existen, y la solución que han propuesto algunos, de una tutela que los frene.
Pero yo me pregunto, ¿es a las personas que están generando progreso y empleo en la ciudad a quienes hay que frenar, o es más bien a los gobiernos a quienes hay que exigirles que desarrollen las obras de infraestructura necesarias para los requerimientos de un mercado local, nacional e internacional, que desea un apartamento en Cartagena?
¿Es a quienes producen impuestos y generan renta a quienes hay que castigar, o es a quienes se los roban, o al menos a quienes no son eficientes en su utilización, a quienes hay que exigirles? No son dos, ni tres, ni diez edificios en Bocagrande los culpables del tráfico insoportable, es la falta de proyectos viales que llevan décadas en planos. No son tampoco los edificios los culpables de que las altas mareas producidas por el cambio climático invadan las calles, es la falta de planeación para crear barreras, la que nos tiene con el agua al cuello.
Si los constructores hubiesen esperado a que los gobiernos locales impulsaran las obras necesarias para realizar sus proyectos, en Cartagena no se hubiese generado la riqueza que se ha generado estos últimos años, ni la cantidad de empleos, ni gozaríamos de tener en nuestro suelo cadenas hoteleras de renombre internacional.
Estaríamos, más o menos como Tierrabomba, cuyo puente que la conecte con la ciudad es un fantasma en las mentes de varias generaciones.
Al menos desde que yo tengo memoria recuerdo haber escuchado sobre ese puente, así como de un proyecto para ampliar la avenida Santander, que también desde que tengo memoria es consumida por las olas en algunos de sus tramos. Lo mismo con el malecón y la carrera Primera, cuya ampliación ya no es simplemente una cuestión de hacer más cómoda la visita de los turistas y mejorar la movilidad, sino una emergencia, ya que el mar amenaza con tomársela, dejándonos de paso sin playas.
La crisis no la solventa irnos contra los empresarios, de hecho gobiernos como el venezolano optaron por eso, y hoy ese país, tan rico, está en arruinado. Como lo mencionó Augusto Martínez en su excelente columna, La primavera cartagenera, esto se supera es con la unión de todos los sectores.
Una unión que alce su voz y clame porque pare el desangre de las arcas de la ciudad, ¡y hagan algo nojo…!
pedrocaviedes@gmail.co
Comentarios ()