Nos hemos resistido a creer que el nombre de este rústico asiento tan nuestro, lleve origen francés. También nos había parecido imposible que en México, cultor de sus raíces, los músicos que lo identifican, Mariachi, tengan como antecedente la palabra “marriage”.
Pero ni en Jalisco, madre de esos espléndidos conjuntos musicales, ni en cualquier rincón del Caribe donde se aclama al taburete, inquieta esa circunstancia.
Es el taburete confidente de proyectos y anhelos. Su ordinariez contrasta con la confianza que inspira. Los ásperos cueros se conservan frescos en las más altas temperaturas. Su fealdad acompaña sudores y descansos, pero su firmeza, da respaldo y tranquilidad al usuario.
La utilización varía: desde el convencional apoyo de las cuatro patas al suelo que aseguran estabilidad, también juega con el equilibrio en dos puntos de sus bases dejando los dos delanteros en el aire, recostando el respaldo a un horcón, o un muro. Dadme un punto de apoyo y…
El “tabouret” francés, pariente lejano del compañero de humildes campesinos, era un asiento sin respaldo, ni brazos. Desabrido y muy distinto de los taburetes fraternos que son apreciados por el fuerte espaldar, para “arrecostarlos”, acomodándolos a la brisa y a los interlocutores. Es la pretensión de usarlos en diferentes posiciones.
También se suele utilizar abrazando el respaldo, sentándose a horcajadas con una pierna a cada lado del asiento, como si continuara montado en la cabalgadura. Así se siente más seguro quien descansa, torso y brazos, sobre el espaldar del mueble que pareciera servirle de protección y amparo.
Si las ruidosas motocicletas han desplazado al confiable burro, como transporte para los sueños y afanes campesinos, a los taburetes les ha salido la competencia de sofisticadas sillas de plástico, que no resisten el uso y pronto quedan despatarradas.
El psicoanálisis y la psiquiatría tienen un sofá donde se indagan impulsos y frustraciones. Los amplios sillones sirven para urdir conspiraciones y planear negocios. El humilde, pero sublime y filosófico taburete, propicia reflexiones y consuelo, garantizando estabilidad emocional y de criterio.
Los taburetes más sabios son aquellos que están curtidos por las brisas y el hollín de la leña de la cocina familiar. Han sido testigos de dificultades, y anhelos. Al lado de las tres piedras, donde el fogón y el caldero integran sabor y cariño, permanecen estos asientos que son parte de la más noble institución de amores y raíces.
El mecedor, que baila movimiento en sus versiones elegantes y la entrañable mariapalito, tienen más acogida en otro ambiente. El taburete ahora incursionó en casetas y bailaderos, donde hasta se sirven de su recia inocencia, como arma formidable durante cualquier disputa, gresca o reyerta que pueda surgir.
abeltranpareja@gmail.com
Comentarios ()