Columna


Tarde de parque

RUBÉN DARÍO ÁLVAREZ PACHECO

21 de abril de 2018 12:00 AM

Es domingo.

Son las 5 de la tarde.

En uno de los escenarios del parque Espíritu del Manglar, en el sector Chambacú, se desarrolla una agenda artística y cultural equipada con varios cantantes, cuyas actuaciones están respaldadas por pistas programadas en un equipo de sonido.

En cierta forma, aunque la masa de espectadores se nota entusiasta, el espectáculo expele cierto tufo de improvisación. Siendo más drásticos, tendría poco que envidiarle a un pasillo de buseta ocupado por un artista callejero.

Media hora después, los cuatro creadores que hacían parte de la programación entregaron lo que tenían preparado. El presentador del evento pregunta si entre los asistentes hay alguien que quiera declamar, cantar o referir un cuento. Se alzan varias manos. Por turnos, los voluntarios van subiendo a tarima. Parecen no conocer el miedo o la vergüenza.

Al igual que en el inicio de la agenda, las actuaciones de estos espontáneos, todos adolescentes, son amparadas por pistas musicales que llevaron en sus teléfonos celulares o en memorias USB. Algunos sorprenden por sus talentos. Otros, no tanto. Pero en todos se nota el deseo de aprobación.

Se acaba el espectáculo.

Los espectadores se alejan en diferentes direcciones, imaginando, o comentando en voz alta, la posibilidad de que muchos talentos estén escondidos en las faldas de La Popa, en los corregimientos de la zona norte, en las poblaciones insulares, en la carretera de La Cordialidad, en las noches del Centro Histórico o en los barrios de la zona industrial. Allí se los va tragando el anonimato haciendo de todo, menos aprovechando la riqueza artística que les regaló el universo.

Es así como se presiente que el espacio del Espíritu del Manglar está lamentablemente subutilizado. Aparte del animador, no se ve, por lo menos, una autoridad del arte que supervise las actuaciones de los opcionales y anote los nombres de quienes vayan mostrando alguna chispa que merezca cultivarse.

Es el momento en el que las mentes piadosas se imaginan que si las entidades sociales y culturales de Cartagena en verdad quisieran combatir el pandillismo, la drogadicción, el turismo sexual, la prostitución, el embarazo en adolescentes y el latrocinio juvenil, este escenario podría ser una espléndida oportunidad.

Solo habría que pensar en un presupuesto digno, que pueda invertirse en buscar talentos anónimos y diseñar una agenda variada que incluya cantantes, cuenteros, actores, humoristas e instrumentistas musicales a quienes se les pagará por haber alegrado al público y a ellos mismos.

Igualmente, deberán multiplicarse los escenarios para que todos quepan y sean capaces de descubrir que el arte también es una forma de vida diferente, y aún más digna que los rebusques callejeros y los juegos de cartas en las esquinas.

ralvarez@eluniversal.com.co

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS