El alcalde elegido, Campo Elías Terán, en su breve mandato en el 2012, suspendió las cabalgatas en el barrio de Bocagrande. Este año, con sorpresa nos enteramos de que volverían los jinetes y sus caballos a instalarse por 10 o 12 horas en las calles y esquinas de ese sector residencial y turístico, ocasionando la consecuente incomodidad a los vecinos, que de esa manera se verían obligados a encerrarse en sus casas o bien a salir antes de que los jinetes y los cuadrúpedos se apoderen de las vías.
El alcalde encargado, Carlos Otero, bien aconsejado, nuevamente decidió no permitir la cabalgata en Bocagrande, en razón a los inconvenientes que ocasiona a los turistas, que vienen a disfrutar de otras actividades y no precisamente a ser espectadores, obligados, de un evento ajeno a la playa, el mar y el sol.
¿Quién sería el autor de imponer esa modalidad ecuestre, un espectáculo eminentemente rural en un sector con hoteles y playas para los visitantes? Es otra de las brillantes y a la vez absurdas decisiones que se toman en Cartagena. Bocagrande, por su infraestructura, es un barrio urbano, residencial y turístico. Pero alguien por sí y ante sí, lo convierte en un lugar para que los jinetes y sus caballos perturben a los residentes permanentes y transitorios, además de interrumpir la ruta a ciertas clínicas y al aeropuerto.
Admiramos la belleza y razas de los caballos bien entrenados. Pero para mostrar esas habilidades los jinetes deben buscar escenarios apropiados en las zonas rurales o en los coliseos de ferias, no en las calles de un barrio como Bocagrande.
Qué bien por la Alcaldía que suspendió esta vez, y ojalá definitivamente, una actividad inapropiada en una ciudad y un barrio, que por la estrechez de la franja de territorio que ocupa carece de suficientes vías de entradas y salidas. Es menester agregar también, que insólitamente, se autorizan otros eventos como las carreras de ciclismo, que de la carretera, por decisión de algún entusiasta, pasan a las pocas calles de Bocagrande, convirtiéndolas en pistas de alta velocidad y de trancones.
ADIÓS A LAS ARMAS. La senadora norteamericana Gabrielle Giffords fue víctima de un atentado en el 2011 que le ocasionó cierta incapacidad física. A pesar de ello continúa asistiendo al Congreso. La senadora Giffords encabeza una campaña encaminada a controlar el exagerado armamentismo doméstico de los norteamericanos. De esa manera adhirió a la emprendida por el presidente Barack Obama. Sin embargo, en esa batalla existe un poderoso opositor, Wayne La Pierre, Director de la (NRA) Asociación Nacional del Rifle, que olímpicamente ignora las masacres que ocurren periódicamente en Estados Unidos, de las cuales han sido víctimas los niños y jóvenes de las escuelas. En el sistema penal norteamericano concurre la figura: “la indiferencia depravada”. Valdría la pena que el Fiscal de esa nación, si no es partidario del armamentismo a ultranza, bien podría imputarles a los fanáticos de las armas, esa “indiferencia depravada” y llevarlos a juicio ante los jueces. ¡Claro está que esto es como pedirle peras al olmo!
*Exdirector de El Universal. Académico de Medicina e Historia.
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