Columna


Torturadores despreciables

ALCIDES ARRIETA MEZA

20 de abril de 2018 12:00 AM

En el desenvolvimiento de la vida diaria los colombianos asistimos a la gran pesadilla a que nos tienen sometidos los burócratas públicos y privados, aquellas personas, que pagados por todos nosotros, ejercen “autoridad” desde de sus cómodos sillones y más en estos momentos, que por mandato de la constitución del 1991, fueron privatizadas muchas funciones públicas.

Estos seres despreciables, los burócratas, son una peste, están por todas partes, ellos, se sienten genios y figuras, déspotas que disfrutan con el dolor ajeno, que no se irritan, ni gritan, son inmunes al sufrimiento de la gente, verdaderos caníbales al servicio de sus propias falencias, auténticos tiranos.

Max Weber, sociólogo alemán, definió el modelo de gestión burocrática “como una forma de organización humana, basada en las normas impersonales y la racionalidad, que garantizaría la máxima eficiencia posible en el logro de sus objetivos”, concepto desnaturalizado en muchas administraciones públicas y privadas colombianas, que en muchos casos, son una impenetrable barrera de infinitos obstáculos que las hacen ineficaces.

La disfuncionalidad del Estado colombiano es manifiesta, vicios que ya han adquirido algunas entidades privadas, agravado ello, además, por la presencia en esos cargos de verdaderos torturadores que no tienen vocación alguna por la atención al público ni por el ejercicio eficaz de la función pública. Así actúan los burócratas, le pagamos para que nos traten mal.

Los nefastos personajes a que me refiero, son unos monstruos, violadores flagrantes de la constitución y la Ley, sujetos que desprecian la dignidad humana, que gozan con las grandes colas, que dilatan cualquier actuación, que se mofan del ciudadano con soberbia, indolencia e insensibilidad, en muchas ocasiones apoyados e instruidos por sus superiores.

Estos personajes, se sienten genios y figuras, disfrutan con la congoja ajena, porque están acostumbrados a torturar con sus actitudes, son inmunes a la angustia de la gente, verdaderos caníbales al servicio de sus propias falencias, amos y señores del cargo.

Estos señores, doctores en ineficiencia, especialistas en mamar gallo, maltratar a la sociedad, carentes de la más mínima humanidad, asesinos de la paciencia y de la alegría colectiva, deben ser reeducados o sancionados.

El Estado y la sociedad colombiana requieren cambios enormes, lo planteado son problemas profundos que tienen soluciones, que creemos dependen del rescate de los principios y valores éticos perdidos.

El Estado, la familia, los ciudadanos y la sociedad, son estamentos fundamentales para iniciar en firme un proceso de reconstrucción ético y moral de gran alcance en el país, para superar estos males, reto que exige compromiso y accionar constante.

La moralización de la sociedad, el ejercicio de la gestión pública y privada, son sin duda procesos complejos, pero la necesidad de su transformación es inaplazable. “El siglo XXI será ético o no será”, Giles Lipovetsky. Llamado para que la comunidad, recupere el imperio de los principios y los valores como forma estructural del predominio de eficacia de la gestión y atención al público.

Por ello, es preciso sugerir la reestructuración de las funciones publico privadas, estas enredadas en un aluvión de normas y trámites, pero ante todo, reestructurar la conducta humana, que en estos tiempos requiere de la más profunda reingeniería, para que se imponga una verdadera vocación por la atención al ciudadano.

ADENDA: Mis reconocimientos y respetos a aquellas personas que desde la administración pública y privada son ejemplo de respeto, cortesía, y solidaridad, ellos, que en medio de las estructurales dificultades hacen lo humanamente posible para servirles a quienes contribuyen para que le paguen sus salarios.

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