Columna


Tribunal de justicia

GABRIEL RODRÍGUEZ OSORIO

17 de septiembre de 2016 12:00 AM

“No demoren las causas, esto es una revolución, no usen métodos legales burgueses; el mundo cambia, las pruebas son secundarias. Hay que proceder por convicción. Sabemos para qué estamos aquí. Estos son una pandilla de criminales, asesinos, esbirros... Yo los pondría a todos en el paredón y con una cincuenta, ratatatatata… a todos”. Decía Ernesto “Che” Guevara (con su boina negra terciada, tabaco ladeado y el brazo amenazante puesto en el cinto), frente al pelotón de fusilamiento, esa madrugada de un día cualquiera de septiembre de 1959, cumpliendo las órdenes del Tribunal de Justicia, al que Fidel llamó, “Comisión Depuradora”. Ajusticiaba a los opositores del régimen, eliminando así toda posible fuente de oposición al gobierno.

Decía un arrepentido miembro de ese tribunal, que fue entrevistado, que condenaban sin existir hechos contundentes o pruebas concluyentes para forjarse un criterio sano sobre la culpabilidad o inocencia del acusado, a pesar de que había un “Tribunal de Apelación”, que Guevara se “pasaba por la faja” y que solo servía para confirmar las sentencias y las ejecuciones. A pesar también, que ya desde 1948 existía la Carta Internacional de los Derechos Humanos, proclamada por la ONU, que prohibía las ejecuciones. Esto indica que la ONU no es prenda de garantía. Es más, el Che en un discurso ante su Asamblea General, el 11 de diciembre de 1964 se atrevió a decir: ”fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. El paredón es la forma en que se pretende definir la revolución cubana”.

Guevara llego a La Habana en 1959, como jefe militar de la fortaleza La Cabaña, en cabeza del denominado Tribunal de Justicia, donde pasa a los supuestos enemigos por el cernidor político, firmando las sentencias y las ejecuciones.

Ya el Che mostraba sus rasgos de asesino despiadado en 1954, cuando le escribe una carta a su novia Tita Infante, donde enfatiza que de haberse producido los fusilamientos (como él lo había sugerido), como método represivo por parte del gobierno de Guatemala, presidido por Jacobo Arbenz, este hubiera tenido la posibilidad de detener el golpe y salir airoso.

Da terror que el tal Tribunal para la Paz con funciones de investigar, ajusticiar y hasta perseguir a los opositores del acuerdo de La Habana pueda caer en esas crueles prácticas. Sobre todo con los nefastos antecedentes de falsos testigos que abundan en Colombia, y conociendo la crueldad de los comandantes de las Farc, quienes han cometido las más atroces masacres y asesinado a miles de personas sin el más mínimo arrepentimiento, y teniendo como práctica habitual en su mecánica militar los ajusticiamientos en el paredón, incluso a los de sus propias filas.

gabrielrodriguez@ibrinmobiliaria.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS