Columna


Últimos serán primeros

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

01 de septiembre de 2013 12:00 AM

Iniciamos hoy la novena a San Pedro Claver, cuya fiesta es el 9 de septiembre, el esclavo de los esclavos, defensor de los derechos humanos, propulsor de la libertad, santo que Cartagena vio rezar, vivir cerca a Dios y con su gracia, vivir la caridad siendo misericordioso heroico.

Unámonos a la Iglesia San Pedro Claver para que recemos y nos esforcemos por la paz y el respeto de los derechos humanos. Si San Pedro Claver viviera en Cartagena hoy, estaría atento a las esclavitudes del siglo XXI para invitarnos a salir de ellas.

La mayor esclavitud es el pecado; nos aleja de la comunión con Dios, con los demás y con nosotros mismos, crea una concha en la conciencia que nos impide ver lo maravilloso que Dios nos ofrece, apaga la esperanza y nos roba la libertad interior, paz, vida y armonía con los demás.

Los pecados graves: el asesinato, secuestro, robo, violencia, negocios deshonestos, etc., deben ser combatidos por la sociedad, previniéndolos y aplicando justicia. Las leyes deben servir a la dignidad humana, a la familia, los derechos y deberes de todos. Al aplicarse la justicia algunos regresan su corazón a Dios, sabiendo el mal realizado, recuperando su libertad interior.

Hay otros pecados infiltrados en la conciencia y sólo los percibimos si tenemos una relación estrecha con Dios, si leemos su Palabra y mandamientos, bienaventuranzas, obras de misericordia, la vida y obra de Jesús. Algunos pecados son el egoísmo, la envidia, avaricia, las pasiones desordenadas, adulterio, fornicación, vanidad, rencor, injusticia, mentira, deshonestidad,  no ir a misa, pecar por omisión al desaprovechar los talentos, el tiempo, dinero, para bien de todos y por la falta de caridad, misericordia y solidaridad, buscando más equidad, justicia y amor.

Personas como Claver nos muestran magnanimidad, suma de virtudes, porque entregó su corazón a Dios y a los demás, transformándose con su gracia, luchando con valentía y entusiasmo por altos ideales, poniéndose al servicio de los últimos de su tiempo, los esclavos, reconociendo que en Cristo, los últimos serán los primeros.

La humildad es el requisito número uno para el Reino de Dios, sabernos beneficiarios de la generosa e inmerecida misericordia de Dios. Él mismo se humilló para identificarse con los últimos, para llevar nuestro pecado a la redención eterna.

Que San Pedro Claver nos inspire a seguir a Jesús, unidos en oración con María, para que logremos trabajar arduamente por vencer todas las esclavitudes del siglo XXI y con humildad de corazón, nos abramos a la gracia divina para vivir libres y felices en la caridad.

*Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial.

judithdepaniza@yahoo.com
 

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