Columna


Un buen hábito

PEDRO CAVIEDES

19 de septiembre de 2015 12:00 AM

Hace unos días leí en una publicación del Profesor Ricardo Chica en este periódico, a raíz del paro estudiantil en la Universidad de Cartagena, y éste, al final, después de dar sus puntos de vista y mostrar su desacuerdo con el paro, pide la atención de los estudiantes sobre lo mal redactados que han estado sus comunicados y sus opiniones en las redes sociales. Escribe el profesor que “a mi juicio, si no sabes escribir, tampoco sabes pensar”. Y luego ruega porque se haga un esfuerzo por leer más allá de los textos de clases, poniendo como una primera meta leer 10 libros al año. Antes, cuando comentaba sobre los bachilleres que entraban a la universidad, decía que algunos no habían leído un libro completo en sus vidas.

No estoy del todo informado de la problemática en la UdeC, como para opinar si estoy de acuerdo con el paro o no, aunque por lo general lo que pienso es que quien en últimas sale perjudicado es el estudiante, que pierde un valioso tiempo; existen otras formas de exigencia a las autoridades y directivos, sin detener las actividades académicas. Tampoco me atrevo a afirmar que quien no sabe escribir no sabe pensar, pero respeto enormemente el juicio del profesor.
Lo que sí sé es que en los países desarrollados, aquellos en los que la gente goza de un mejor nivel de vida, es prioritario que un joven se gradúe del bachillerato habiendo leído mucho más que un libro completo en su corta vida.

Leer afila el juicio. Permite que no traguemos entero. Nos expone a la cultura. Nos sitúa en el mundo. Nos da herramientas para debatir. Nos centra. Nos entrega la capacidad para combatir las fuerzas que detienen el progreso de un país. La lectura nos abre las puertas del saber. Nos permite rebelarnos constructivamente contra el destino que se nos impone. No en vano, son las alas de la literatura y la creatividad de los escritores, lo primero que cercenan los dictadores. Fidel Castro puede tener fama de gran lector, pero la lista de libros prohibidos en Cuba y autores arrestados llenaría enciclopedias.

Y a los estudiantes, en la Habana los hubieran encarcelado a todos por tan solo atreverse a insinuar un desacuerdo, y ni qué decir de un paro. Este tipo de izquierda latinoamericana (habrá la que no), cuando no está en el poder vive fomentando paros, pero una vez que llega, desaparecen o le cortan la lengua al primero que se queje.

Yo no sé si el leer le permita a una persona ampliar su chequera (seguramente entre nuestra saga de corruptos archimillonarios no haya muy buenos lectores), lo que sí sé es que yo cada vez que leo buena literatura, salgo con más herramientas para discernir sobre lo que me rodea.

Ojalá todos los profesores de Cartagena abogaran porque los estudiantes cultiven el hábito de leer. Mejor dicho, profesor Chica, ¡yo te apoyo!

 

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