Columna


Un mapa de mano obstinada

ROBERTO BURGOS CANTOR

11 de julio de 2015 12:00 AM

Ha ido surgiendo un mundo: el Caribe.

Los colombianos lo perdimos en nominaciones equívocas; imaginarios de exclusión; fantasías de viajeros y náufragos; desprecio o misterio. Parte del asombro y la ignorancia resuelta en exotismo cubrió las devastaciones, disfrazó las huellas. Sobreposición de historias, dejaba en los corales del fondo convoyes de galeones con cofres, submarinos, trasatlánticos, sombras de monstruos.

En la niebla de mar se fraguaban fronteras móviles, lenguas renovadas, culturas de resistencia, y apropiaciones nuevas. A la descripción de este rostro que Colombia no acaba de entender, a reconocerlo, han dedicado un esfuerzo intelectual, de especial sensibilidad, ensayistas, músicos, poetas, políticos, historiadores, economistas, escritores de ficción. A ellos se debe pasar de la tarjeta postal y los facilísimos de las discriminaciones, a un panorama complejo, rico en variedades y matices, afirmativo en sus diferencias, y pleno de posibilidades para construir un porvenir con el techo protector.

Entre los navegantes, con redes, por el archipiélago del Caribe, con arraigos y tesón de investigador, sobresale Alberto Abello Vives. Si su perfil lo hicieran con fraseo de vallenatos, dirían, economista de profesión, sabe de risas de un ironista y ofrece un cayeye de inspiración.

Durante años regentó el Observatorio del Caribe Colombiano. Entre estadísticas y lo que de Greiff versificaba como músculo inútil, encontró el potencial de la cultura para el desarrollo. Congregó, alrededor de la revista Aguaita, a un grupo interdisciplinario que salvaba naufragios y conectaba realidades. Uno de los programas, con sentido y repercusión social, fue Leer el Caribe. Aliados con el Banco de la República, maestros y estudiantes, universidades y el periódico, ofrecieron una propuesta contra el analfabetismo, la extinción de la lectura, la pesadilla de no saber qué hacemos tantos aquí entre el hambre y la desesperanza.

Luego se fue a la universidad a formar jóvenes y mostrar las evidencias de la excepción cultural, con la complicidad de Patricia Martínez.

Ahora publicó La isla encallada. Sugestivo y quizá reiterada expresión para un título que anuncia su diálogo, fecundo, con uno de los textos de referencia inevitable. La imagen de carátula no es inocente. Un vórtice de Bibiana Vélez Covo, arrastra como la licuadora de Poe, la bucólica de mar, lamentable y mentirosa.

Escarbar en las insuficiencias, ricas y poderosas, de islas con tres lenguas, melancolías de tierra firme, desconocimientos inexcusables, mostrar lo que tenemos sin saber, son algunas de las incitaciones de este libro imprescindible.
*Escritor
reburgosc@gmail.com

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