Columna


Un noble propósito

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

20 de diciembre de 2014 12:02 AM

El lunes próximo Cartagena rinde sentido homenaje a Sofronín Martínez. Además del solemne acto en memoria de un gran artista, será ocasión para señalarlo como ejemplo de dedicación a las nuevas generaciones. Que bueno estimular a los jóvenes en el arte como camino para formar valores y principios en la  socialización del saber.   

Con esta velada el Gobierno Municipal destaca una vida fecunda en la cultura como paradigma de convivencia ciudadana.
Todos los amigos y admiradores del gran Sofronín que se deleitaron con su excelsa música, concurrirán a revivir amores y nostalgias, y a festejar el homenaje.

El “filin” que encarnó este cartagenero en su periplo vital llenará el hermoso recinto. Pero también todos los géneros del bolero donde no solo hay despecho y nostalgia, sino alegría. Eso sí, una alegría que parece africana. La fatalidad se cierne sobre ella: la felicidad es breve, repentina, imperdonable. Es también mezcla de lo trágico con lo festivo, de la tristeza con la alegría, de la pena con los sueños y la esperanza.   

En las interpretaciones de Sofronín con disonancias y su estilo propio el sentimiento nos lleva al delirio. El verbo delirar sugiere música. Apenas hace falta diseccionarlo un poco: de-lira. La etimología de la palabra hace idéntica sugerencia. Desde Platón los poetas y los músicos eran percibidos como peligrosos. Como dementes capaces de sueños, que no se atenían a los preceptos racionales del discurso filosófico y literario.   

Nada como el bolero para re-conocernos en unas letras de folletín, en esas desmesuras del amor, en esas tragedias de la pasión estropeada.
Es medio de un desprecio por las complejidades del discurso “culto”, el bolero surge imponente y trivial, sentencioso o ingenuo, triste pero festivo como un  melodrama hecho canto que nos describe y nos transforma.

La ninfa va con otras latitudes, porque en el Caribe no nos avergonzamos de cuando queremos. Los sentimientos no pueden ponerse a dieta. Esos desbordes no pueden ser anulados por un estúpido tótem de solemnidad.

Hay boleros que alcanzan líricos registros. Unos requieren voces potentes y tonos especiales. Otros, como en el “filin”, apenas se dicen: un susurro que llama a intimidad y confidencia.

Los boleros nos ayudan a acompañar amoríos, idealizar personas y momentos, soportar dificultades, a vivir con el alma. El bolero parió la serenata, hoy en vía de extinción; hermosa impertinencia de despertar a la amada para decirle...

En esta velada brillará una constelación de artistas amigos del homenajeado. Cartagena y sus autoridades recuerdan y distinguen a un gran ser humano.
En un mágico lunes de zapatero, el 22 volveremos a vivir momentos especiales en el teatro Adolfo Mejía.


abeltranpareja@gmail.com
 

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