Columna


Un tal Leopoldo

LIDIA CORCIONE CRESCINI

06 de octubre de 2015 12:00 AM

Me encanta la gente que se descuelga por las paredes de la vida. La que busca el lado amable en las dificultades. La que deja que su sudor se empape de sonrisa. La que lucha a pesar de la piedra mordaz. La que amasa con sus manos crispadas la gota de rocío en la madrugada. La que desata lazos a los pies de la lluvia. Por eso es que siempre debemos defender la libertad, los tan recitados Derechos Humanos. Todos tenemos derecho a gozar de pensar, hablar, e ideales, siempre respetando al otro, con la debida dignidad de reconocer la diferencia y no a un enemigo cuando nos desnuda o nos descubre.

Pienso en un tal Leopoldo, que representa a millones de seres humanos, atado y maniatado, que duerme en posición fetal por miedo a ser eliminado. Leopoldo López, hoy que escribo es domingo. Estarías en un parque o en una iglesia, no lo sé. Solo sé que estarías libre. No me importa si divagando, componiendo el mundo o elevando una cometa. Quizás tu vida transcurriría por calles anónimas. El sol prendiéndote en cada esquina, el tráfico y el bullicio haciendo de tu ciudad una larga historia.

Ahora alguien se juega tu suerte, no está en tus manos. Cuatro paredes y los otros gravitando en un espacio del que se apropiaron. En cautiverio, sin un beso de buenas noches, tu dolor se filtra por el agujero de hierro. Recuerda que al otro lado del río alguien te espera. Leopoldo López no te olvido. Aunque el mundo vive temeroso por tanta guerra y avisos de paz, estás presente por estar injustamente enjaulado. Tus hijos, seres de luz, necesitados de tu compañía y amor te esperan en casa. No decaigas. Tu voluntad férrea de lucha debe permanecer intacta. Quisiera tomar tu mano y darte calidez en estos días fríos y de soledad. Quisiera abrazarte y mostrarte las sirenas en su libertad.

No te rindas. En mis oraciones te incluyo. Valiente hombre. Leopoldo López todos los días pienso en ti. Ni siquiera me conoces pero ahora que estás amordazado en un espacio que no te retrata pero te mata, sé que tu país de ensueño se desmorona y dilata. Ahora tus pensamientos rozan y besan el filo de la hojalata que te hace morir en la palidez de la tarde. Ojalá no te esfumes en la sombra, el silencio y el olvido. Justicia Divina pido e imploro porque la humana se desfasa. Un bárbaro desvaría. Entona himnos de patria y garabatea el alfabeto. Aplasta y castra ideales, oye trinos de un pajarito que lo impulsa a reencarnarse en un seudo dios de insondables acuerdos. No decaigas buen hombre porque tu única arma es la verdad por la que luchas.

*Escritora

licorcione@gmail.com

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