Columna


Una ciudad distinta

JONATHAN MARÍN

24 de agosto de 2014 12:02 AM

Los ciudadanos de Cartagena hemos vivido en los últimos días el terror de la violencia en diversos sectores de la ciudad. Hemos observado de nuevo su juicio implacable sobre la existencia juvenil de varios seres humanos. Sus muertes no tienen justificación alguna. ¡Ninguna! Y la conciencia horrorizada de los niños, los jóvenes y los adultos es ya expresión de la inocencia de quien muere bajo el puño pendenciero de unos cuantos y muestra del agotamiento que esta sociedad vive cada vez que un suceso tan lamentable como este tiene lugar.

Somos víctimas de un sistema de muerte, asesinato, armas y drogas. Somos víctimas de una compleja y enmarañada red de macabra violencia. Somos víctimas nosotros y son víctimas ellos: los asesinados y masacrados, los sicarios y pandilleros y los que observamos estos hechos asombrados e inmóviles. El círculo de la violencia depende de seres humanos que han elegido lo peor por diversas razones; seres humanos que son profetas de la desventura y el asesinato, seres humanos -muchos de ellos jóvenes- que hoy acogemos como hijos de Dios y de nuestra región pero a quienes decimos con fuerza: ¡Nunca más! ¡No más violencia! Y aunque seamos víctimas es también muy cierto que esta realidad no resta responsabilidad a ninguno.

¡Qué hondas preguntas generan estos hechos para la conciencia moral de los ciudadanos! ¿Qué ha hecho la sociedad colombiana para engendrar en su seno a personas que ven como una opción válida el asesinato o la venganza? ¿Qué ha hecho la Iglesia, el gobierno, la institución militar, los medios? ¿Por qué nadie logra hacer nada efectivo para que los niños y adolescentes no se vinculen a la guerra? ¿Por qué la educación no genera mejores condiciones de vida y promueve la convivencia? ¿Qué responsabilidad tenemos nosotros como empresarios, religiosos, comerciantes, ciudadanos de a pie? ¿Qué le espera a una región y a una nación que no asume esta problemática y la transforma? ¿Queremos de verdad cambiar esta realidad?

¡Qué diferente sería nuestra tierra si existieran muchos más jóvenes comprometidos con el deporte y la ciencia y menos con las rencillas! ¡Cómo cambiaría todo si le apostáramos más al arte, a la música, al cultivo del espíritu! Si hubiera más que un puñado de hombres y mujeres comprometidos vitalmente con la causa de la justicia, la paz y el progreso incluyente del país, sería posible vislumbrar un futuro nuevo, lleno de vida y esperanza para las futuras generaciones.

Como hombres y mujeres de fe sabemos que aún en el horizonte fatal de la muerte y el asesinato, Dios no nos abandona. Dios sufre al lado de las víctimas.

Quiera Dios consolar nuestro corazón atribulado y poner en nuestro ser la voluntad de desechar estos males, renunciar a la violencia y transformar este mundo.

@jonathanmarinsj

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