Columna


Una guerra perdida

MAURICIO CABRERA GALVIS

07 de junio de 2015 12:00 AM

Casi nula atención tuvo en los medios de comunicación la XXXII Conferencia Internacional para el Control de Drogas (IDEC) en Cartagena la semana pasada, donde participaron 109 países, y varios gobiernos, empezando con el de Colombia, insistieron en una nueva estrategia para controlar el narcotráfico.

Con pocas excepciones crece el consenso sobre el fracaso de la “guerra contra las drogas” de Nixon el mentiroso, de hace más de 40 años, y que cuando cayó el muro de Berlín, reemplazó la lucha contra el comunismo como un eje de la política exterior de EUA.

Una de las excepciones al consenso es la de EUA, que mantiene la represión a los productores y consumidores de estupefacientes. Por supuesto, con la doble moral de siempre: es una política para aplicar fuera de su país pues allá aumentan los estados que legalizaron la producción y el consumo de la marihuana, pero insisten en que acá la sigamos fumigando con glifosato.

Una anécdota ilustra las paradojas de esta doble moral. En Colombia nos gastamos miles de millones de pesos en una ineficaz estrategia de represión, mientras que en Colorado discuten si devolver solo a los consumidores de marihuana o a todos los contribuyentes un excedente de impuestos de USD 76 millones recaudados por la venta legal de la hierba.

El fracaso de la estrategia represiva en Colombia lo planteó Santos en la IDEC. Recordó que desde 1993 la policía colombiana capturó 995.000 personas por narcotráfico e incautó 829 toneladas de cocaína con un valor superior a los 60 billones de pesos. Como diría Jaime Garzón, tanto esfuerzo “y el gringo ahí”.

Aunque defendió en su discurso la acertada decisión de no fumigar con glifosato, no mencionó ese otro colosal fracaso: en 12 años se fumigaron 1,5 millones de hectáreas (más de 10 veces el área inicial) y solo se redujo un poco porque se resiembra 80% del área fumigada y porque los cultivos van a nuevos territorios. Y con la mitad del área sembrada se produce la misma cantidad de cocaína, porque aumentó la productividad.

Colombia tiene los mayores costos en esta inútil guerra y la autoridad moral para exigirle al mundo otra estrategia con el campo de batalla en los países consumidores, donde producen los precursores químicos para las drogas, generan las enormes utilidades del negocio de la distribución y donde se empieza a lavar el dinero. Además, se lucran produciendo y vendiendo armas a los narcos.

Es una buena noticia que las conclusiones de la IDEC coincidan, y reconocer que drogadicción y consumidores son un problema de salud pública, y que los campesinos productores necesitan otros cultivos rentables. Son declaraciones en papel, pero reconocer el fracaso contra las drogas es el primer paso para cambiar la estrategia.

 

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