Columna


Una sonrisa

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

05 de agosto de 2017 12:00 AM

Parece un gesto simple ese hermoso reír sin emitir sonidos. Pelar el diente, dicen las señoras con gracia, implica alegría, satisfacción. Debe ser la expresión de placidez interior, y no un simple gesto del rostro humano.

El mal humor suele ser la evidencia de un amor propio incontrolado, de la victoria de las contrariedades que no hemos podido asumir, de un temperamento que todo lo toma a malo, que no sabe dominarse, o que carece de convicciones profundas.

Ahora que tanto proclaman la paz y la concordia tenemos que recuperar de nuestras vivencias sociales el gusto por la risa, referida a las relaciones humanas. La risa es la hija predilecta de la alegría y está muy lejos del rencor, o del rechazo violento.

No sabemos de dónde salió la idea de Dios como un anciano irascible y severo. Cuando no puede ser triste, ni mira complacido a los representantes de la tristeza. A Dios nadie lo ha visto, pero su sonrisa ha alegrado nuestros corazones. Dios es amor, dicen calcomanías en los carros de gentes piadosas.

¿Cuándo entenderemos que la sonrisa es una de las mejores obras de caridad? Caridad con los demás y consigo mismo. ¿Por qué no nos convencemos que es un principio de salud, y felicidad?

¿Por qué buscamos con tanto afán la magia de una sonrisa? ¿Qué tiene para transformar tantas vidas? ¿Qué expresa? La sonrisa expone un trozo de felicidad, pregona paz interior, hace aflorar todo el caudal de alegría fraterna que se tiene dentro.

Un formidable ensayo sobre la risa, considera que ella humaniza, hace al hombre más hombre. La diferencia fundamental y específica con los animales, es el sentido del humor. La sabrosa carcajada puede estar próxima a la animalidad, pero la sonrisa es símbolo de equilibrio. Un ser risueño es menos autoritario, fanático, y mucho más tolerante. La risa como expresión sacramental del buen humor, forma parte de la sabiduría y llena de sentido los quehaceres humanos.   

Cuando sobran las palabras, se hacen inútiles los gestos, y han perdido su sentido las caricias, siempre queda la prodigiosa efectividad de una sonrisa. Se puede ofrecer a distancia, a través del espacio y en cualquier tiempo. Amortigua un golpe, propicia inteligencia, abre caminos. 

Algunos piensan que más importante que una sonrisa son el triunfo, la apariencia, la actitud diplomática, o ceder en principios. Ojalá descubrieran que la magia de una sonrisa es más fuerte que el enemigo y más delicada que la mejor ofrenda.

Una cierta sonrisa fue destacada por la Sagan con malicia exquisita. Agustín Lara, teólogo de la armonía, poeta de altura y sentidor por excelencia, le pidió a la amada: “Dame la sonrisa que dibuja la esperanza”.

Con una sonrisa se configura una actitud. Aunque viejos mundólogos cartageneros sostenían que las hembras con cara dura, por lo general tienen cadera floja…


abeltranpareja@gmail.com

 

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