Las universidades a lo largo de la historia han cumplido una importante función de gestión del conocimiento y desarrollo de competencias de formación profesional que preparan al estudiante para insertarse como miembro productivo de la sociedad.
Esta labor a veces corre el riesgo de hacerse aislada del entorno, porque mientras la empresa tiene como objetivo principal producir bienes y servicios para satisfacer las necesidades sociales, la universidad se encarga de enseñar conocimientos, habilidades, y destrezas en saberes disciplinares específicos, así como de proveer una formación integral.
La labor de ambas partes aporta al desarrollo regional. Por el lado de las universidades existe plena conciencia de que el asunto de la formación no termina en las aulas. El proyecto educativo es revisado continuamente para que sea pertinente con la evolución del conocimiento, las necesidades del sector productivo y los requerimientos de la sociedad, dado que las universidades aspiran a formar al profesional para aplicar su conocimiento en las empresas.
Por el lado de las empresas, estas se constituyen en un escenario natural para que, tras vincular practicantes y egresados, ellos aterricen lo aprendido en las aulas. Las empresas también les informan de sus requerimientos laborales a las universidades para ayudarlas a tener un proceso educativo más integrado y pertinente que refleje los requerimientos del sector productivo.
En cuanto a lo económico, la transformación que compete a las empresas incluye hacer investigación y desarrollo (I+D), pero esto en Cartagena aún es incipiente. Aquí hay entonces un espacio para comenzar a establecer nuevas alianzas con las universidades para fomentar la innovación e impedir que quede una sensación de indiferencia de las empresas ante las necesidades de transformación de la región.
Hoy en día, la rápida evolución del conocimiento y la propagación de la globalización nos obliga a buscar un vínculo más eficaz entre la universidad y el sector productivo, que impulse a las empresas a ir más allá, por ejemplo, estableciendo alianzas de I+D con las universidades, como una actividad estratégica para incorporar el conocimiento y el progreso científico generado desde las instituciones de educación superior.
Es necesario que las empresas se reconozcan en su papel de transformadoras de la sociedad, tanto en lo económico como en lo cultural, político y social, y que, desde su perspectiva, consoliden alianzas con las universidades tanto para recibir como para compartir. Sería una alianza que transforme las relaciones entre ambas instancias.
Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB o a sus directivos.
*Profesora de la Facultad de Educación, UTB
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