Columna


Vergonzoso

CARMELO DUEÑAS CASTELL

16 de noviembre de 2016 12:00 AM

En el comienzo no existía la vergüenza. La desnudez era tan natural como normal. Según la Biblia el pecado permitió que Adán y Eva conocieran el pudor y el concepto de vergüenza obligándonos, desde entonces, a vestirnos. El pasaje bíblico refleja la evolución: un niño inocente muestra su desnudez. El mundo se encarga de enseñarle prohibiciones y conceptos como pudor y vergüenza.

En filosofía, emociones y sentimientos como pudor y vergüenza tienen características: son subjetivos y cambiantes; dependen de la opinión de un grupo; se relacionan con una responsabilidad individual o colectiva; tienen valor moral; pueden emplearse como presión social y convertirse en mecanismo de sanción. Mientras la vergüenza se presenta después de cometer una acción indigna, el pudor es anterior a ella y pretendería evitarla.

La costumbre y, tal vez la inocencia, nos hacen pensar que lluvias, mareas e inundaciones no son más que fenómenos naturales. Es razonable que la geografía de ‘La fantástica’ y los cambios climáticos sean la causa de tales problemas y que, eventualmente, originen catástrofes, aparentemente no prevenibles.

Sin embargo, inocencia y pudor se pierden al escuchar a ofuscados turistas quejándose de las inundaciones, de la falta de movilidad, del caos en que se convierte nuestra heroica, para no hablar de las tragedias que padecen sus habitantes. Viajeros, que han venido por lustros y que adoran Cartagena, se quejan, les parece vergonzoso que, con los años, la cosa vaya de mal en peor. Un solo nubarrón se convierte, también para el cartagenero, en la suma de todos los miedos: inmovilidad, imposibilidad de trabajar, trancones, daños en residencias y vehículos, enfermedades y un largo etcétera de calamidades. 

Se han propuesto planes, se han planteado estudios, incluso ha habido decisiones judiciales exigiendo soluciones a las inundaciones en barrios y urbanizaciones. Nada ha servido. Solo basta revisar El Universal para ver cuántas veces, por desastres, ha sido tocado este tema en los últimos 40 años. En el mundo hay cientos de ejemplos en que la ingeniería, hace siglos, ha dominado las aguas: Egipto, Estocolmo y países bajos. Lamentablemente no ha habido gobierno local capaz de resolver o al menos enfrentar seriamente este arcaico problema.

Hebbel decía sobre el hombre, “donde empieza a avergonzarse, comienza exactamente su más noble yo”. Sin embargo, en Cartagena, no ha habido nobleza ni pudor en nuestros gobernantes. Ante la desidia y desvergüenza de nuestros dirigentes y, luego de décadas, el problema empeora, no contamos con desagües pluviales ni un sistema de control de mareas. Cada año, invariablemente, mareas, lluvias y marejadas se convierten en grandes tragedias. Como muy bien le dijo el dentista de La mala hora a su mujer: “la vergüenza tiene mala memoria”.
 

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