Un nuevo cimbronazo sufrió el periodismo latinoamericano. Sicarios asesinaron al reconocido reportero mexicano Javier Valdez Cárdenas en plena luz del día en las calles de Culiacán, una ciudad que, como tantas otras, se acostumbró a las balaceras y a narcotraficantes que reclaman territorio y asumen autoridad.
El asesinato de Javier no es ni más ni menos importante que cualquiera de los otros cinco periodistas mexicanos acribillados este año o del centenar en la última década. Sin embargo, la talla cualitativa de sus historias, la honestidad de su labor y el respeto de sus colegas por denuncias contra el narcotráfico que volcó en libros de valiente denuncia, merecen que su caso se convierta en punto de inflexión, para que ayude a generar cambios y la profesión salga del oscuro submundo de la violencia y la impunidad.
Es cierto que es tarea única y prioritaria del gobierno esclarecer el crimen, bajo la obligación estatal que la OEA definió como las tres p: prevención, protección y procurar justicia. Pero ante la impericia, negligencia e ineficiencia históricas de muchos gobiernos mexicanos, los periodistas harían mal en esperar sentados. El gremio necesita asumir sus responsabilidades.
En la historia del periodismo latinoamericano existen casos como el de Javier que por haberse convertido en emblemáticos - José Luis Cabezas en Argentina y Tim Lopes en Brasil - sirvieron para crear conciencia y demostrar que el asesinato de un periodista tiene efectos devastadores para la libertad de expresión. Todos, medios de comunicación y reporteros, en solidaridad y con unidad, y en forma consistente, exigieron cambios, presionaron sin pausa y persistieron tozudamente en sus reclamos.
Esto demuestra que en México falta una estrategia entre medios y periodistas que sea consistente, creativa, sostenida y muy contagiosa, como la realizada por aquellos gremios que no soltaron los casos de Cabezas o Lopes hasta que se hizo justicia.
El periodismo mexicano hace mucho que se debe una institución propia y nacional para defender la vida de sus periodistas y la sostenibilidad de sus medios de comunicación. ADEPA y FOPEA en Argentina o ANDIARIOS y la FLIP en Colombia son espejos donde imitar respuestas.
El periodismo mexicano debe aprovechar que existen más instrumentos de lucha que antes. La federalización de los delitos contra periodistas y los sistemas de protección, son mecanismos importantes, ineficientes por ahora, pero que pueden perfeccionarse.
La memoria de Javier exige que el periodismo luche por la profesión como él lo hizo, denunciando y reclamando justicia. Pero los periodistas no deben reclamar para su propio beneficio, sino para que todo mexicano pueda defender y gozar los derechos a la vida y a la expresión que les manda su Constitución.
MENSAJES Y SOCIEDAD
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