Columna


Virtudes teologales

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

06 de noviembre de 2016 12:00 AM

Las lecturas de hoy* nos ayudan a meditar sobre las virtudes teologales o sobrenaturales de la fe, la esperanza y el amor. Todo es regalo de Dios, para que seamos felices y logremos la vida eterna. Nuestra gratitud hacia Él.

A Dios no lo vemos, pero gracias al don de la fe, sabemos que existe, que nos creó por amor, que nos redimió a través de su Hijo Jesucristo y que nos ilumina a través del Espíritu Santo. La fe, Dios la pone infusa en el alma y la desarrollamos a través de la vida, si nos abrimos al testimonio de otras personas y a las experiencias de Dios en nuestra vida, permitiéndole transformarnos por su amor, a través de la oración, los sacramentos, la palabra, el aprendizaje y el compartir la fe con la Iglesia.

La esperanza, nos lleva a vivir las realidades cotidianas con los pies en la tierra pero con la mirada en el cielo, a aspirar a los bienes eternos, a la resurrección, contemplando y compartiendo con Dios la felicidad eterna, si la hemos merecido y nos hemos dejado lavar nuestra alma por la sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

Meditamos hoy el testimonio de 7 hermanos y su madre, a quienes los someten a tortura por obedecer las leyes de Dios. Ellos dan prueba de su esperanza diciendo: “Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la firme esperanza de que Dios nos resucitará”. El Salmo dice: “Al despertar, Señor, contemplaré tu rostro”. En el evangelio, Jesús dice a quienes no creían en la resurrección: “en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos…serán como los ángeles e hijos de Dios, pues Él los habrá resucitado”.

El amor, o la caridad, es la máxima aspiración del hombre, que nos permite amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Sentir el amor de Dios es la mayor fuente de bien, felicidad, paz y amor. Él nos busca, nos rescata, se da por entero para nuestra salvación, nos llena de regocijo, serenidad, paciencia, gratitud y deseo de compartir ese gozo con los demás.

Dice San Pablo: “Que nuestro Señor, Jesucristo, y nuestro Padre Dios, que nos ha amado y nos ha dado gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, conforten los corazones de ustedes y los dispongan a toda clase de obras buenas y de buenas palabras. Que el Señor dirija su corazón para que amen a Dios y esperen pacientemente la venida de Cristo”.

Señor, auméntanos la fe, la esperanza y el amor, para que confiemos en ti, vivamos según tu voluntad, trabajando con ahínco por el Reino de Dios y su justicia, contribuyendo a que más almas se salven y lleguen a conocer la verdad de Dios y de la vida eterna de gozo en la tierra y en el cielo. 

*2 Mac 7, 1-2. 9-14; Sal 16; Tes 2, 16-3, 5;  Lc 20, 27-38

*Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial.

judithdepaniza@yahoo.com

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