Columna


¿Vos sabes quién sos?

PEDRO CAVIEDES

09 de agosto de 2014 12:02 AM

“Abuelas de Plaza de Mayo informa que felizmente Guido Montoya Carlotto ya pudo abrazar a su familia materna, que lo buscó sin pausa y de forma incansable durante 36 años...”. Con estas palabras se dio inicio al comunicado en el que la Asociación de derechos humanos argentina, las Abuelas de la Plaza de Mayo, anunciaba que su presidente, la señora Estela de Carlotto, se había reencontrado con su nieto.

Guido Montoya Carlotto, quien hasta la semana pasada se llamaba Ignacio Hurban, fue arrancado de los brazos de su madre, Laura Carlotto, cuando apenas tenía cinco horas de nacido, antes de que la asesinaran. De allí fue entregado por un cómplice de la dictadura militar que gobernó a Argentina desde 1976 a 1983, a una familia del campo, al parecer ignorante de la situación, que lo adoptó como si fuese suyo.

El caso de estas familias envuelve dramas que contienen todo. Desde el salvajismo al que pueden llegar los seres humanos cuando detentan el poder absoluto; pasando por la angustia de unas abuelas, y madres, que no pueden vivir con la incertidumbre de no saber qué pasó con sus hijos y nietos; hasta esa pregunta que da título a esta columna y que fue parte de una campaña para que los que tuvieran dudas, se acercaran a la sede de la organización a comprobar su identidad: ¿De dónde venimos?, ¿quiénes somos?

Hay en el mundo una especie de hiedra que invade a ciertos individuos, a veces coloreada con el nombre de alguna religión, otras del nacionalismo, o con la excusa de la defensa, o la de implantar un sistema político, o la de llevar a cabo algún tipo de limpieza racial o moral; esa hiedra, a su paso, se apodera de agrupaciones, de gobiernos y a veces hasta de naciones enteras: el Terrorismo. La dictadura de Argentina, clamando que lo combatía, se convirtió en una de las peores bandas de este género. Las desapariciones, homicidios y torturas se contaron por miles. Su sevicia no tuvo límites.

Como no los han tenido gobernantes de todos los espectros y agrupaciones de todas las ideologías, una vez que se les enquista aquello de que “el fin justifica los medios”, y la vida del otro deja de valer.

Cuando se trata de los gobiernos, la gente muchas veces no sabe que está siguiendo a alguien que lleva por dentro este engendro; el candidato muestra una sonrisa cariñosa, habla bonito, trata bien, como una especie de payaso malévolo, que oculta su crueldad tras el maquillaje. Y solo después de ser elegidos, cuando sus tentáculos estrangulan todas las ramas del poder, cuando el pueblo se encuentra indefenso ante sus armas, muestran su verdadera cara. Y ya para entonces es tarde.  

Yo me pregunto, si unas personas han demostrado desde antes de alcanzar el poder este tipo de comportamientos, ¿no sería demencial pretender que después hagan parte de los gobiernos?

pedrocaviedes@gmail.com

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