Columna


Y la confianza...

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

02 de septiembre de 2017 12:00 AM

La civilización occidental y todas las demás se fundamentaron en los principios de la buena fe y confianza. Sin ellos es impensable la vida en sociedad.

Los sistemas han sufrido cambios necesarios, se han incorporado normas y conductas imprescindibles. Pero últimamente se han descachado: impera la desconfianza. Antes había que probar la maldad y el delito, que eran escasos. Ahora toca demostrar, todos los días, no estar incursos en ellos, porque abundan hasta en personajes insospechables.

Desde la bella democracia de Atenas, unos gobiernan por ansia de poder y otros por no ser mal gobernados. Es el placer singular de asumir responsabilidades, en lugar de delegarlas. El gobierno de todos, cuyo supuesto es la igualdad, cada día se desacredita más, pero no hay mejor alternativa. La democracia propicia que no se sienta demasiado la diferencia entre quienes gobiernan y los que somos gobernados. Los hombres somos desiguales por naturaleza, pero iguales en dignidad y derechos. Así haya momentos en que los gobernantes se sienten dioses.   

Muchas veces hemos gritado que si desaparecen gobiernos y burócratas todo iría mejor. Pero su intervención parece necesaria, así fastidie y sea en muchos casos excesiva, cuando no torticera.

Cuando Julio Verne hipnotizó con su imaginación, sus profecías convulsionaron el mundo. Se hicieron leyes para enfrentar las realidades soñadas. Orwell más tarde nos asustó con el “hermano mayor”, que dominaba la intimidad. También se quedó corto. Ahora se sabe más de nosotros, que nosotros mismos. Cuánto gastamos y en qué, que tenemos, y a qué aspiramos, cuales con nuestras costumbres y antojos. Todo eso dizque lo conocen al detalle máquinas infernales.

Pero si en los bancos se cae la línea y tenemos que andar chiflando iguanas con su “prodigioso” sistema, cómo será con uno más sofisticado que hace posible perversa situación. Miles de menesterosos reciben cobros por billonarias sumas y los reclamos más absurdos. 

Sucede lo mismo del cuento del loco que tenía la obsesión de castrar a todos los que tuviesen tres testículos. La gente no  se preocupó porque ese no era su problema.

El asunto se complicó cuando se supo que el orate primero cortaba y después contaba. Hay multas impagables que deben ser canceladas para poder reclamar.
El mundo contemporáneo creó un sistema plagado de prejuicios. Se ha hecho confuso e inhumano. Nos ha arrancado del sueño de viejas arcadias y hemos caído en la crueldad, y el escepticismo.

En medio de un clima de recelo extremo crece un sistema para muchos negocios: la fiducia, que también consiste en actuar en nombre de otros sin hacerlo público, ocultando la titularidad real. Entidades financieras, con solvencia económica, detentan la confianza que no merecemos los hombres.

Mientras tanto, seguiremos pensando mal los unos de los otros.

abeltranpareja@gmail.com

 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS